viernes, 30 de noviembre de 2012

Calamitoso debut cicloviajero. Angustia y ridículo en la meseta castellana (I)


   La amenaza se cierne sobre su pellejo, pero el muy incauto no percibe las señales. Entre las cuatro paredes de su cuartucho de alquiler, Dandochepazos se recrea en la contemplación de su recién adquirido equipo de acampada y de sus flamantes alforjas. El invierno de 2004 da sus últimos coletazos, y el intrépido muchacho se dispone a aprovechar unos días libres para estrenarse como cicloviajero.

   No quiere que nada se le pase por alto, así que se dispone a repasar una vez más todos sus bártulos. Saco de dormir, esterilla de espuma, ropa técnica...Se le ve satisfecho con sus adquisiciones, ajeno al elevado tributo que pronto habrá de pagar por su inexperiencia y por su impulsivo proceder a la hora de elegir los materiales.

   Desplegada sobre el desgastado parqué de la habitación, la tienda de campaña ultraligera, con sus costuras termoselladas y sus piquetas de aluminio, se presenta como un refugio de garantías. Pero el novato expedicionario no repara en el peligro potencial que esconde aquella Inesca Biker, sin doble techo y con una sola varilla de sujeción.

   Las alforjas, con su resistente tejido Cordura, “no dejan lugar a dudas en cuento a fiabilidad”, como bien le han explicado en el establecimiento de bicis y motos del barrio. Su sistema de anclaje ya es otro cantar, aunque ante el escrutinio de mi camarada no parece presentar problema alguno.

Las alforjas aparentan solidez en esta engañosa imagen.
   Luego está la parrilla portabultos. Ante las diferentes opciones disponibles, se ha dejado llevar, una vez más, por la charlatanería del tendero. “Es una parrilla mítica”, le ha asegurado. Así que no hay más que hablar. Ya vendrán luego los lamentos y el rechinar de dientes por la endeble estructura y el errado diseño de aquel trasportín.

   El zumbido del portero automático le sorprende en pleno inventario.

   -Abre, tú; que hace un frío que jode ­-le grita alguien por el telefonillo. Se trata de su viejo camarada El Ceutí, con el que compartió muchos meses de exilio profesional en el norte de África y con quien ahora ha vuelto a coincidir en Zamora en un periódico de provincias.

   -Joder, esto apesta a sudor y Dios sabe a qué más. ¿Cómo puedes vivir en esta covacha? ­-le suelta con su habitual franqueza nada más entrar en la habitación.

Sin remilgos

   -Es por mis sesiones de rodillo y por el olor del combustible para la calefacción que el casero guarda en la habitación de al lado­- le explica Dandochepazos, a quien no parece preocupar demasiado el hecho de dormir a tres metros de un depósito clandestino de gasoil. Después de todo, por lo que paga de alquiler tampoco se va a andar con remilgos por estas minucias.

   Aunque tentado por su amigo con una ronda nocturna por las tabernas del lugar, Dandochepazos se mantiene firme. Al día siguiente toca partir temprano, y sabe bien que si se deja enredar por aquel crápula, la inevitable resaca puede hacer que su viaje en bicicleta acabe antes de haber empezado. Ya habrá tiempo de trasegar lo que haga falta a su regreso, de allí a cuatro días. Porque una cosa es haber dejado atrás sus oscuros días de desidia y embriaguez; y otra, convertirse en un abstemio meapilas.

Un deposito de gasoil clandestino alimentaba la
caldera de aquel piso de alquiler.
   -Anda y que te den, mariquita. Tanta bicicleta te está echando a perder; menudo rajao estás hecho ­-le reprocha El Ceutí, ya desde el rellano de la escalera, a modo de despedida.

   Con el eco de aquellos improperios resonando aún en el portal, Dandochepazos regresa a su cuarto para reanudar los preparativos de la excursión. Empaqueta las provisiones y deja todos sus cachivaches junto a la bici, listos para su montaje sobre el portabultos a la mañana siguiente.

   Luego, se dirige a la cocina para comer algo. La mortecina luz de la lámpara fluorescente y el sonsonete de la radio acompañan su mustia cena: un puré de sobre y un sándwich de mortadela. “Bueno, y ahora pa´l catre”, piensa después de haber dado buena cuenta de sus humildes viandas.
Ilusionado ante la perspectiva de sumergirse en la soledad de la meseta castellana, y ansioso ya por vivaquear en algún páramo perdido, se duerme como un bendito, bien abrigado bajo varias capas de mantas y edredones.


   Aprovecha estas últimas horas de confort, ingenuo chaval, pues no volverás a comer caliente en varios días y tus próximas noches serán de frío y angustia. La suerte está echada, y el debut de Dandochepazos como biciaventurero pronto se convertirá en un calvario de contratiempos e hipotermias. Se avecinan momentos de angustia y ridículo.

(*Nota del autor: Calamitosos acontecimientos aguardan a nuestro amigo en su periplo cicloturista por las tierras de Zamora. No pierdan detalle de sus padecimientos en la segunda entrega de este relato, que deparará situaciones de congoja y vergüenza ajena. Todo ello, en la próxima entrada de este inigualable blog.)


2 comentarios:

Ceutí dijo...

Nos ha dejado usted con la miel en los labios Sr.Peret. Estoy deseando que comience a relatar las penurias bicicletísticas de nuestro héroe por tierras zamoranas. No sé quién fue el 'malahe' que le indujo a a acabar en aquellos inhóspitos parajes castellanoleoneses y a trabajar en aquel panfleto de tan efímera existencia. Solo espero que nuestro Dandochepazos, haciendo gala de su proverbial bonhomía, no le guarde rencor. Al menos ese periplo nos brinda ahora la oportunidad de deleitarnos con nuevas y vibrantes entradas de este blog, con el que usted, Sr. Peret, contribuye a alegrar nuestras sombrías existencias.

A.M.Y.P. dijo...

Pierda 'cuidao', señor Ceutí. Ningún rencor puede guardar mi camarada a quien, con su llamada a filas para aquel truncado proyecto de prensa regional, le sacó del oscuro pozo del desempleo. Escasos euros, pero gratos recuerdos se llevó nuestro común amigo de aquella experiencia zamorana. Espero que la segunda entrega de este relato, con las correrías de este muchacho por las inhóspitas tierras castellanoleonesas, sea de su agrado. Gracias por sus comentarios, que dan aliento y esperanza a este humilde 'plumilla'.