—Yo lo tengo claro; si todo peta y el mundo se va al garete, me echo a la carretera con la bici y las alforjas. No voy a esperar a que el pillaje y la rapiña me sorprendan en Vitoria.
Desde su púlpito en
el bar heavy del barrio,
Dandochepazos sienta cátedra sobre el inminente colapso del sistema capitalista
y de la sociedad desarrollada. Esto no da más de sí, él lo sabe bien, y está
próximo el advenimiento de una era de caos y anarquía.
No es que tenga
demasiada credibilidad, pues su bagaje informativo y sus conocimientos sobre el
acontecer diario se limitan a su cita cotidiana con el Marca, mientras se pimpla
una Mahou en la tasca, y a los
debates del Sálvame. Pero no tengo
nada mejor que hacer, la verdad, así que una vez más dejo que mi amigo desbarre
a su gusto.
Si la cosa se complica, ¡navajazo y tentetieso! |
Trata de
convencerme de que sus peripecias por los Pirineos, el Camino de Santiago o los
desolados páramos de Zamora le han curtido como biciaventurero, y de que las guías del Coronel Tapioca, los comics
de Los Muertos Vivientes y los
programas de supervivencia de la televisión le han proporcionado una sólida formación sobre autosuficiencia y vida al aire
libre.
—Si la civilización
se va a pique, no es cuestión de quedarse a verlas venir. Hay que actuar rápido
y huir de los grandes núcleos de población, pues son potenciales focos de infección
y en ellos pronto surgen los saqueos —me advierte.
Yo le respondo que,
si llega la hecatombe, me quedaría en casa y, en todo caso, reforzaría las
puertas y ventanas. Mi comentario parece sorprender e incluso alarmar a
Dandochepazos.
—¡Pero, a ver,
hombre de Dios! No ves que en pocas semanas, o como mucho meses, se te acabará
la comida y se cortará el agua — me responde, exaltado. Para esas alturas, tal
y como me explica, ya se habrán formado pandillas de merodeadores y bandidos
que, con toda probabilidad, me asesinarían o me harían todo tipo de perrerías
nada más saliera a la calle en busca de alimentos.
Convencido ante tan consistentes argumentos, le indico entonces que lo de escapar en bicicleta es una
estupidez y que más le valdría usar el Megane, porque un coche puede cubrir
mucha más distancia en menos tiempo y tiene una mayor capacidad de carga para
víveres y suministros.
—¿Estamos tontos o qué? Tanto estudiar, tanto cine de autor y tanta mierda ¿y para que te ha servido? No hay más que ver Independence Day, Deep Impact o cualquier película de catástrofes que se precie, para darse cuenta de que las vías de escape de las ciudades quedan saturadas en cuestión de minutos cuando se desata la alarma en la ciudadanía. En tales casos, resulta imposible huir en coche —me grita.
Una de éstas te pondrá a salvo de bandidos y malhechores. Foto: Konabikes |
Dandochepazos aún no
ha decidido si optar por la BH de carretera o por su vieja Conor de montaña.
Cierto es que ésta última le permitiría rodar sobre casi cualquier tipo de
superficie, pero la flaca es mucho
más idónea para largos recorridos sobre asfalto u hormigón. Lo ideal sería
comprar una de ciclocross, que presenta una gran versatilidad, pero visto el
estado de las cuentas de mi colega, risa da solo de pensarlo.
Sea como fuere,
tiene claro que, definitivamente, la bici es el mejor medio de transporte para
el mundo posapocalíptico que nos espera a la vuelta de la esquina. No depende
de combustibles fósiles que pronto nadie será capaz de extraer y procesar, y es
fácil de reparar a nada que no seas un auténtico manazas.
La bicicleta
permite, además, adentrarse en lugares escarpados, pues en caso de necesidad
puede acarrearse sin gran esfuerzo. De esa forma, el ciclosuperviviente puede refugiarse en zonas altas y de difícil
acceso, desde las que dominar los alrededores y protegerse de eventuales
ataques desde una posición de ventaja.
Sentado en un
taburete del tugurio heavy que tanto gusta a mi colega, medito. Parece que no ha dejado nada al azar. Su plan
de contingencia es sólido y sus razonamientos, irrefutables. Todo
esto da que pensar. ¿O será que se me ha ido la mano con las cañas que me tira
el friqui del camarero?
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