jueves, 1 de noviembre de 2012

Preparativos ante la hecatombe. La bici tras el colapso de la civilización


—­­Yo lo tengo claro; si todo peta y el mundo se va al garete, me echo a la carretera con la bici y las alforjas. No voy a esperar a que el pillaje y la rapiña me sorprendan en Vitoria.­

   Desde su púlpito en el bar heavy del barrio, Dandochepazos sienta cátedra sobre el inminente colapso del sistema capitalista y de la sociedad desarrollada. Esto no da más de sí, él lo sabe bien, y está próximo el advenimiento de una era de caos y anarquía.

   No es que tenga demasiada credibilidad, pues su bagaje informativo y sus conocimientos sobre el acontecer diario se limitan a su cita cotidiana con el Marca,  mientras se pimpla una Mahou en la tasca, y a los debates del Sálvame. Pero no tengo nada mejor que hacer, la verdad, así que una vez más dejo que mi amigo desbarre a su gusto.

Si la cosa se complica, ¡navajazo y tentetieso!
   Me dice que lo tiene todo preparado, que ha hecho inventario y dispuesto su viejo equipo de travesías alforjeras, por si es necesario proceder a una evacuación rápida de la ciudad. El portabultos Zefal, la tienda ultraligera del Decathlon, el hornillo de gas, los focos led, el saco Altus… ¡Y la navaja! Para cazar y por si se complican las cosas en un momento dado.

   Trata de convencerme de que sus peripecias por los Pirineos, el Camino de Santiago o los desolados páramos de Zamora le han curtido como biciaventurero, y de que las guías del Coronel Tapioca, los comics de Los Muertos Vivientes y los programas de supervivencia de la televisión le han proporcionado una sólida formación sobre autosuficiencia y vida al aire libre.

   —Si la civilización se va a pique, no es cuestión de quedarse a verlas venir. Hay que actuar rápido y huir de los grandes núcleos de población, pues son potenciales focos de infección y en ellos pronto surgen los saqueos —me advierte.

   Yo le respondo que, si llega la hecatombe, me quedaría en casa y, en todo caso, reforzaría las puertas y ventanas. Mi comentario parece sorprender e incluso alarmar a Dandochepazos.

   —¡Pero, a ver, hombre de Dios! No ves que en pocas semanas, o como mucho meses, se te acabará la comida y se cortará el agua — me responde, exaltado. Para esas alturas, tal y como me explica, ya se habrán formado pandillas de merodeadores y bandidos que, con toda probabilidad, me asesinarían o me harían todo tipo de perrerías nada más saliera a la calle en busca de alimentos.

   Convencido ante tan consistentes argumentos, le indico entonces que lo de escapar en bicicleta es una estupidez y que más le valdría usar el Megane, porque un coche puede cubrir mucha más distancia en menos tiempo y tiene una mayor capacidad de carga para víveres y suministros.

   —¿Estamos tontos o qué? Tanto estudiar, tanto cine de autor y tanta mierda ¿y para que te ha servido? No hay más que ver Independence Day, Deep Impact o cualquier película de catástrofes que se precie,  para darse cuenta de que las vías de escape de las ciudades quedan saturadas en cuestión de minutos cuando se desata la alarma en la ciudadanía. En tales casos, resulta imposible huir en coche —me grita.

Una de éstas te pondrá a salvo de bandidos y malhechores. Foto: Konabikes
  Dandochepazos aún no ha decidido si optar por la BH de carretera o por su vieja Conor de montaña. Cierto es que ésta última le permitiría rodar sobre casi cualquier tipo de superficie, pero la flaca es mucho más idónea para largos recorridos sobre asfalto u hormigón. Lo ideal sería comprar una de ciclocross, que presenta una gran versatilidad, pero visto el estado de las cuentas de mi colega, risa da solo de pensarlo.

   Sea como fuere, tiene claro que, definitivamente, la bici es el mejor medio de transporte para el mundo posapocalíptico que nos espera a la vuelta de la esquina. No depende de combustibles fósiles que pronto nadie será capaz de extraer y procesar, y es fácil de reparar a nada que no seas un auténtico manazas.

   La bicicleta permite, además, adentrarse en lugares escarpados, pues en caso de necesidad puede acarrearse sin gran esfuerzo. De esa forma, el ciclosuperviviente puede refugiarse en zonas altas y de difícil acceso, desde las que dominar los alrededores y protegerse de eventuales ataques desde una posición de ventaja.

   Sentado en un taburete del tugurio heavy que tanto gusta a mi colega, medito.  Parece que no ha dejado nada al azar. Su plan de contingencia es sólido y sus razonamientos, irrefutables. Todo esto da que pensar. ¿O será que se me ha ido la mano con las cañas que me tira el friqui  del camarero?



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