jueves, 15 de noviembre de 2012

Tugurios, cerveza y apatía. Caída y redención de un joven globero

    Aquello no era vida. A mil kilómetros de casa, con un trabajo infame y con las sesiones de cubata y rocanrrol del garito que frecuentaba como único aliciente, Dandochepazos no tenía el ánimo para mucha bicicleta. Sin energías ni ilusión, levantarse cada día de la cama se transformaba en todo un reto. Era como si una plancha de acero le aplastase contra el colchón, oprimiéndole el pecho; como si una fuerza extraña le arrebatase toda su energía vital. Eso en los días buenos; porque en las mañanas de resaca, las arcadas y el dolor de cabeza añadían nuevas dosis de sufrimiento a cada despertar.

    Compartía aquella existencia gris con dos compañeros de trabajo que también lo eran de piso. La vivienda en la que moraban era el reflejo de sus decaídos espíritus: platos sucios, camas sin hacer, suelos pringosos de cerveza... La cosa, ciertamente, daba bastante asco. No era de extrañar que si por alguna extraña razón sonaba la flauta y alguna chavala pasaba por allí, pronto emprendiera el vuelo, espantada por tanta cochambre y en busca de más prometedoras compañías.

   De similares inclinaciones y defectos, el camarada Dandochepazos y sus dos amigos formaban un crapuloso grupo que arrastraba sus penurias en la nebulosa noche ceutí. Ahora que se las da de deportista y ciudadano de bien, no quiere ni oír hablar de todo esto, pero las cosas son como son. Es hora de que todos sepan que tras ese casco Spyuk y esas gafas oscuras, se oculta un pasado de excesos y una vida rayana en la marginalidad.

Dandochepazos (a la derecha),  paseaba su decaimiento
 por  confusas noches de  alcohol y malos ambientes.
   Qué lejos quedaban entonces para Dandochepazos, en aquellos primeros años de la década de 2000, las cumbres pirenaicas y las sesiones de rodillo. Enterrado en un pozo de apatía y desesperanza, bastante tenía con llegar cada día hasta la redacción del periodicucho en el que trabajaba y con cubrir el expediente. Aquel rellenar de páginas con historias insustanciales y noticias que no lo eran le dejaba una sensación de profundo vacío y amargura. Era joven, sí, pero estaba para el desguace.

Pero en un momento dado de esta decadencia, aquel alma perdida tuvo una revelación. Entre las brumas etílicas de su mente, surgió una imagen luminosa que desprendía color y esperanza; como un potente foco led que ilumina la carretera del ciclista en la noche. Se veía a sí mismo de nuevo sobre la bici, tantos años después, coronando puertos y sintiendo el viento fresco de la mañana en los descensos.

   Poco a poco fue madurando aquel proyecto de cicloredención. En primer lugar, tuvo que actualizar sus conocimientos sobre la materia, porque su última bicicleta había sido una Muddy Fox de principios de la década de 1990, de acero y con unos cambios Shimano 200 GS. Además, había que encontrar algo asequible, pues el salario de 900 euros con el que su empresa tenía a bien recompensar sus servicios no permitía muchas alegrías. Finalmente, se decantó por una Conor de montaña, con cuadro de aluminio y con un modesto grupo Shimano Alivio.

   Unos días después, con la bici ya a buen recaudo en su chamizo, recibía un paquete postal de sus padres. En su interior, el antiguo traje de faena de Dandochepazos: un viejo culotte, un maillot de algodón con estampaciones en colores pastel y un casco Bell rosa. “Joder, si salgo vestido de esta guisa, adiós a todo resto de dignidad que pudiera quedarme”, pensó al ver el desfasado atuendo. Pero el caso es que comprar una nueva equipación escapaba a sus posibilidades, así que tocaba hacer algún apaño.

Sobre esta montura metálica, el joven globero dejó atrás
una vida decadente.    
   Las dotes de mi colega en materia de manualidades no daban para mucho, de forma que se limitó a comprar un spray de pintura negra y a rociarlo sobre el casco para ocultar el rosa chillón de la carcasa de plástico. Pero al igual que le ocurría en sus primeros años de escuela cuando de colorear imágenes se trataba, su pulso le jugó una mala pasada. Las ráfagas del spray se salieron en varias ocasiones de los límites del revestimiento plástico y afectaron a la parte inferior del casco, en la que la espuma de poliuretano se encontraba al descubierto.

   La falta de tino de Dandochepazos tuvo consecuencias: la estructura presentaba preocupantes huecos en aquellas zonas en las que el poliuretano había entrado en contacto con el esmalte. Además, el acabado en negro brillante tenía goterones en los puntos en los que, debido a la escasa maña del artista, se había acumulado un exceso de pintura. “Bueno; visto desde lejos, igual hasta da el pego”, trató de engañarse cuando vio ante sí tamaño desaguisado.

   Como lo del obsoleto maillot tenía difícil arreglo, optó por comprarse un chubasquero de doce euros para ponérselo por encima. Ya solo faltaba que, como sus planes eran salir muy de mañana, antes de ir a trabajar cada día, no le diera un síncope por el calor.

   Hechos ya todos los preparativos, llegaba el momento de regresar a la carretera tras más muchos años de nula actividad física, mala alimentación y demasiado darle al frasco. Era el verano de 2003. Una nueva vida comenzaba para él. Una vida de Mahous, encurtidos y telebasura, sí; pero también de esfuerzo, altimetrías y dolor de piernas. Una vida que ha hecho que Dandochepazos llegue a ser lo que es hoy... Un globero de tres al cuarto.


  


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Los comienzos de las grandes gestas, amigo Dandochepazos, nunca fueron fáciles. La primera pedalada cuesta darla, pero más cuesta después mantener el pedaleo. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

lo que yo no entiendo es por qué no compaginar ambas actividades: alterne etílico y deporte. Así lo hacen y han hecho otros grandes como üllrich, Raikonnen, Fonsi Nieto...y mire Sr. Dandochepazos lo bien que les va la vida.

Como en tantas otras ocasiones, me defrauda ud.

A.M.Y.P. dijo...

Hola, Anónimo 1. Qué razón tienes. Aquella primera pedalada costó mucho al camarada Dandochepazos. Pero mucho más le cuesta mantenerse al pie del cañón en esta desagradecida vida de globerismo. Gracias por tu comentario, Diós te lo pagará --porque lo que es yo, ando un poco escaso de perras, y Dandochepazos, ni te cuento--.

A.M.Y.P. dijo...

Buenas, Anónimo 2. No te creas que este elemento no ha intentado compaginar la vida disoluta con los escarceos bicicleteriles. Pero las consecuencias han sido siempre desastrosas y, el muy cobarde se ha rajado un poco. De todas formas, aún suele agarrarlas buenas de vez en cuando, ya sea poniéndose 'tibio' a Mahous mientras ve la tele o cuando se junta con algún compinche. Un saludo y gracias por seguir las correrías de este individuo.

Ceutí dijo...

Hay que aclarar, en honor a la verdad, que los jóvenes que salen junto a Dandochepazos en la foto, no son a quienes se refiere en el post. Todo lo demás es tan triste como cierto.

A.M.Y.P. dijo...

Pues va a ser que me ha pillado usted, Ceutí. El caso es que, afortunadamente, parece no existir testimonio gráfico de las lamentables correrías norteafricanas de Dandochepazos. Así que me tome la licencia de incluir una fotografía tomada unos meses antes de que mi amigo saltara al otro lado del estrecho. Los individuos que aparecen junto a él, aunque no son los mismos de los que se habla en el artículo, son perfectamente equiparables a estos últimos, dadas sus inclinaciones crapulosas y su pertenencia al gremio 'reporteril'. Por cierto, ¿qué persona-humana se oculta tras su seudónimo? Vamos, si puede saberse. Un saludo y gracias por su comentario.

Ceutí dijo...

Puedo decirle que soy tan humano y real como el propio Dandochepazos o como usted, señor Peret. Su sagacidad hará el resto.Un placer leerle.

A.M.Y.P. dijo...

Ya me hago una idea, Ceutí. Aunque no las tengo todas conmigo; mi sagacidad no da para mucho más.

Ceutí dijo...

Si no lo adivinase sería para 'jincharse' de llorar, amigo Peret. Y soy plenamente consciente de sus capacidades.