“Si he de acabar despedazado en
una cuneta, que así sea; pero como hay Dios que antes me llevaré a
unos cuantos de esos chuchos por delante”. Dandochepazos ya está
cansado de poner la otra mejilla, de responder con resignación
cristiana a tanta provocación y hostilidad. Su traumática
experiencia en la Bizkaia profunda (ver entrada anterior) ha sido
solo el último de una serie de encontronazos con mastines, boxers,
pastores alemanes y otros representantes de la estirpe canina.
Sabedor de que no es rival para estos bicharracos, el ciclista vive atemorizado. (Imagen:librosgratis.net) |
Durante muchos años ha eludido el
enfrentamiento directo con los perros que salían a su paso por
carreteras y caminos, tratando de hincarle el diente o de hacer que
se rompiera la crisma al cruzarse en la trayectoria de su bicicleta
en el peor de los momentos. Convencido de que la prioridad era no
irritar aún más a las bestias, optaba por esta política de
apaciguamiento para evitar que su acoso fuera a mayores.
Pero eso se ha acabado. “Antes
morir de pie que seguir viviendo arrodillado ante esos malditos
bastardos”, piensa, repentinamente henchido de una especie de
fervor revolucionario. Así que, dispuesto a plantar cara ante el
totalitarismo canino que campa a sus anchas por vías secundarias y
carreteras vecinales, empieza a investigar. Está decidido a
encontrar la forma de derrotar a esas criaturas; cueste lo que
cueste.
Con su ordenador portátil de precio
ajustado y humildes prestaciones, se sumerge en varios foros de
ciclismo para conocer las experiencias de otros compañeros del
pedal. La abundancia de comentarios que inciden en este problema le
reafirma en su determinación, pues revela que los ataques perrunos a
los integrantes de la comunidad cicloturista se
producen con alarmante frecuencia. “¡Alguien tiene que
hacer algo! -se repite a sí mismo- ¡Hay que poner coto a los
excesos de esas alimañas!”
Autoinvestido como adalid de la
causa ciclista, decide elaborar un compendio de métodos de defensa y
contraataque a partir del material que ha encontrado disperso por la
Red y en algunas otras fuentes, como su inconclusa colección de
fascículos de la revista Comando. Técnicas de combate y
supervivencia. Surge así la guía de autoprotección
cicloturista de Dandochepazos, que pone al alcance de todo globero
una completa
gama de recursos con los que hacer frente a las arremetidas de los
canes. A continuación se ofrece un adelanto en exclusiva de tan
magna obra, en el que se reseñan algunos de los materiales y
técnicas en ella descritos. -Advertencia: estos procedimientos han de emplearse solo contra aquellos ejemplares que actúan con verdadera mala idea. Procúrese no causar daño alguno a los perros pacíficos, pues no son responsables de los desmanes de sus congéneres-
Los ultrasonidos no tienen efectos sobre perros que están como una tapia. (Imagen: radarcan.com) |
Inflador de
bicicleta (arma de defensa y contraataque). De interior en
aluminio y cobertura de plástico rígido -en la mayoría de los
casos-, los hinchadores portátiles son un magnífico recurso
para protegerse de las dentelladas del chucho de turno y, en su caso,
calentarle el hocico a base de golpes. No obstante, la extensión del
uso de minicápsulas de CO2 como alternativa a las clásicas bombas y
la progresiva reducción del tamaño de los infladores está dejando
a los ciclistas huérfanos de un objeto consistente con el que
protegerse. Como alternativa, hay quien recomienda llevar un palo en
la bicicleta. De contundencia probada, esta opción plantea, no obstante, inconvenientes logísticos. ¿Dónde llevar el palo? ¿Qué sistema
de fijación emplear para garantizar un anclaje seguro al cuadro y un
rápido desenvaine de la vara?
Botellín
(arma de defensa). Diseñados
para pesar lo mínimo posible y con una capacidad escasa -entre 500 y 750 mililitros-, los bidones
portalíquidos carecen de la suficiente consistencia como para
inflingir daños significativos al atacante. Es éste, por tanto, un
objeto con un potencial meramente defensivo, tanto si se usa como
proyectil -lanzándolo contra el animal-, como si se emplea
para bloquear sus mandíbulas, introduciéndoselo en la boca cuando
lance una de sus dentelladas. Existen testimonios que aluden a la
posibilidad de utilizarlo como cañón de agua para tratar de asustar
al can lanzándole un chorro de líquido al hocico, aunque no parece
probable que esta técnica sea eficaz, salvo con los especímenes más
pusilánimes.
Todo lo que siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar sobre cómo dar una paliza a un can. (Imagen:Comando) |
Por su interés y carácter didáctico, en la imagen contigua se muestra la reproducción de un esquema de la revista Comando en el que, con notas e ilustraciones, se instruye al lector sobre la forma de afrontar con garantías de éxito una pelea contra un contendiente canino. El cuadro ofrece orientaciones sobre tácticas para batallar cuerpo a cuerpo contra estos animales, ya sea armado o a pelo.”
(Nota del autor.
El texto entrecomillado es un extracto del Manual de combate
cicloturista-perro de Dandochepazos. El editor de este blog no
se responsabiliza de los daños y perjuicios que el uso de los
técnicas descritas en dicha guía pueda ocasionar a personas o
animales.)
3 comentarios:
Estimado Dandochepazos:
Desde mi humilde experiencia le comentaré, y sin pretender desacreditar su Manual, que para mí existen dos tipos de perros en cuanto a los que nos referimos aquí.
Por un lado están los que solo quieren divertirse a costa del ciclista. Ladran, persiguen, asustan.... pero sin otro objetivo que darse una carrera, forzar un sprint en el ciclista y hacerle sentirse temeroso. Si aflojamos la marcha, como mucho, se pondrán a nuestra altura y nos miraran (sin parar de ladrar, por supuesto) como diciendo "Ves, tengo más fondo que tú, globero, que eres un globero". Sin más. Unos cachondos mentales, vamos.
Por otro lado están los perros de presa, los auténticos, los que realmente quieren hincar sus dientes en nuestra pantorrilla, los sanguinarios, los peligrosos, los que no cejaran en su empeño hasta que lo consigan... contra estos, me temo que sus indicaciones sirven más bien de poco. No se pararán ni ante la bomba de aire, ni ante el botellín, ni los ultrasonidos..... Lo único que como ciclistas debemos hacer es meter plato, bajar dos piñones y lanzar un ataque a lo Virenque (pero con más consistencia y durabilidad, claro).
O, como opción desesperada, llamar al Equipo A; tal vez aún podamos contratarlos.
Un saludo.
Yeyu Golobariano.
Hola, Yeyu. Reconozco que el artículo puede resultar un poco injusto con algunos canes que, sin ninguna mala intención, se limitan a juguetear con el cicloturista que pasa a su vera. Generalizar a la ligera siempre es peligroso y, como ya he dicho, asumo mi error.
Inluso puede que introduzca algún matiz en el texto, en descarga de los ejemplares caninos que nada tienen que ver con los belicosos chuchos a los que Dandochepazos pretende combatir.
Comparto su escepticismo respecto a la eficacia de las técnicas y el armamento descrito por Dandochepazos. Precisamente por ese motivo, me guardé las espaldas añadiendo un aviso al final del artículo en el que, como autor del blog, rechazaba cualquier responsabilidad sobre los posibles daños y perjuicios que pudiera ocasionar el uso de los procedimientos reseñados en el manual de mi camarada. Un saludo y gracias por sus aportaciones.
Tras el acertado comentario del Yeyu, he estimado conveniente introducir un matiz en el texto del 'Manual de combate cicloturista-perro'.
En dicho matiz se dice lo siguiente: "Advertencia: estos procedimientos han de emplearse solo contra aquellos ejemplares que actúan con verdadera mala idea. Procúrese no causar daño alguno a los perros pacíficos, pues no son responsables de los desmanes de sus congéneres". Dicho queda.
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