miércoles, 16 de enero de 2013

Encerrona en el Volkswagen. Musicales, sermones y puertos pirenaicos


   Una vez más, y ya son demasiadas, Dandochepazos se dispone a pasar por el humillante trago de tener que reconocer su absoluta falta de autonomía en materia de transporte. Abandonado a la desidia, ha ido dejando pasar el tiempo como quien no quiere la cosa, aplazando y aplazando el momento de sacarse el carné de conducir, y al final, el asunto se le ha ido de las manos. Cumplida ya la treintena, se ve así obligado a tragarse su orgullo y a aceptar la ayuda de sus padres, que se han ofrecido para llevarlo en coche hasta el punto de inicio de su travesía pirenaica.

Tarde y mal. Dandochepazos no se sacó el carné
hasta los 33 años, y encima suspendió el primer examen.
   Corre el año 2010, y el mundo deberá aguardar todavía unos meses para que tan ilustre ciudadano se digne apuntarse a la autoescuela. A falta de permiso de circulación y del Megane de segunda mano con el que hoy día surca las carreteras, mi camarada asume su suerte con resignación. Sabe que deberá pagar un alto precio a cambio del auxilio de sus progenitores, porque la tabarra que le aguarda durante el viaje no es cosa de risa.

   Con toda certeza, los reproches y las demandas de explicaciones por su aparente fobia a la conducción aflorarán sibilinamente en la conversación de sus padres. La reprimenda, previsiblemente, se alternará con observaciones sobre el paisaje y comentarios acerca de lo mal que va el país. Menudo panorama.

   Es cierto que podría ir en autobús; pero el engorro de los transbordos,junto con la perspectiva de tener que pelearse con el chófer de turno para poder meter la bicicleta en la bodega, hacen que esta opción sea aún menos apetecible. Solo queda apelar a la fortaleza mental y no venirse abajo ante la encerrona que, en forma de brasa familiar, le espera en el interior del Passat de su progenitor.

POCA VERGÜENZA

   Tras dar un último repaso a sus bártulos y de quitar las ruedas de la Conor para que ocupe menos espacio, a duras penas consigue meter la bici y las alforjas en el maletero. Con una parte de los asientos traseros abatida para que entre el equipaje, apenas queda sitio para que su madre, siempre dispuesta al sacrificio, se apretuje en una esquina. Mientras tanto, en una demostración más de su poca vergüenza, mi camarada se instala con comodidad en el asiento del copiloto.
Estridentes tonadillas y letras insustanciales conforman
esta banda sonora (foto: todocolección.net)
  
   El viaje discurre de acuerdo a lo previsto. Los sermones se suceden y la banda sonora de Sonrisas y Lagrimas, que su padre guarda en la guantera desde tiempos inmemoriales, chirría en el radiocasete. Además hace calor, mucho calor. El Passat, como todos los coches que ha habido anteriormente en casa de Dandochepazos, carece de aire acondicionado. El cabeza de familia siempre ha priorizado la seguridad sobre el confort; así que cuando en 1998 decidió sustituir su obsoleto Fiat Regata por un Volkswagen, se gastó todo el presupuesto disponible para extras en atiborrar de airbags el habitáculo del coche.

   No es de extrañar que, en pleno mes de agosto, los ocupantes del ultraseguro vehículo se cuezan a fuego lento en su avance hacia Bagnères-de-Luchon (Francia). La temperatura, que crece por momentos en el interior del automóvil, se cobra, además, una inesperada víctima; en el maletero, una de las cámaras de la bici estalla con un sonido seco cuando aún no han cruzado la frontera.

   El desconocimiento de las mas elementales leyes de la física ha vuelto a jugar una mala pasada a Dandochepazos, que ajeno al fenómeno de la dilatación térmica de los cuerpos, ha inflado las ruedas hasta su presión máxima de ocho bares antes de partir. A poco que uno haya cursado Secundaria, o simplemente haciendo uso de un mínimo sentido común, habría de saber que, en un día de bochorno, no es muy buena idea inflar a tope un neumático que va a ir en el maletero durante varias horas. Pero esta lógica, aplicable por lo general a todo ser racional, no parece funcionar con el muchacho éste, que colecciona negligencias y desatinos cual pensionista acumula souvenirs de sus viajes con el Imserso.

POR LA PATILLA

   A la mañana siguiente, ya en Bagnères-de-Luchon, el seco de mi amigo despacha a sus padres con su habitual tosquedad. ­-Venga, venga; no me deis más la chapa, que quiero salir pronto ­-les suelta, mientras se ajusta el casco junto a la recepción del hostal en el que han pasado la noche. Gracias a la financiación familiar, el transporte, el alojamiento y la manutención le han salido hasta el momento por la patilla. Pero el gratis total y las comodidades se acabaron a partir de ahora. Solo con su bicicleta y con las alforjas a cuestas, es hora de darle al pedal y de malvivir por esa carreteras de Dios, deslomándose en cada puerto y pernoctando en campings de tercera categoría para reducir gastos.

La velocidad media en la ascensión a
Cap de Long fue bochornosa.
   Sin tenerlas todas consigo respecto a sus posibilidades reales de cumplir con el plan de viaje que se ha marcado, se despide una vez más de sus benefactores y enfila la carretera hacia la primera ascensión de su desafío pirenaico
   
   A lomos de su Conor de montaña -acondicionada para la ocasión con cubiertas lisas y horquilla rígida-, las etapas se suceden con desigual rendimiento por parte de Dandochepazos. En algunas jornadas se muestra intratable, y se merienda como si tal cosa el Tourmalet, el Aubisque o el Larrau. Otros días, acaso por abusar de los pepinillos y las anchoas en detrimento de alimentos más energéticos, se arrastra por el asfalto como alma en pena. Mención especial merecen los lamentables espectáculos protagonizados por el chaval en los cols de Peyresourde, Cap de Long y Gabarnie-Boucharo, en los que apenas logra adelantar a señoras con sobrepeso que circulan en BTT, ancianos cicloturistas de la quinta de Bahamontes y a algún senderista despistado.

   Unos días después, tras muchas penurias, algunas satisfacciones y varios miles de metros de desnivel acumulado en sus piernas, el buen mozo disfruta con calma de una cerveza en una taberna de Roncal (Navarra), a la espera de que el Passat gris aparezca para recogerlo y llevarlo de vuelta a casa.

   De regreso a Vitoria, el sol pega de plano en el parabrisas, convirtiendo el interior del Volkswagen en una caldera hirviente. La voz de su madre, que vuelve a preguntarle cómo es posible que a estas alturas no se haya sacado el carné de conducir, se eleva sobre el ruido del motor y las tonadillas de Sonrisas y Lagrimas. De pronto, Dandochepazos cae en la cuenta de que no puede seguir así. “De este año no pasa; tengo que apuntarme a la autoescuela de una maldita vez; aunque solo sea por no tener que volver a pasar por este calvario,” se promete, al tiempo que el radiocasete, en modo autoreverse, empieza a reproducir una vez más el insufrible musical.


2 comentarios:

Yeyu Golobariano. dijo...

Ay, los padres. ¿Qué seríamos sin ellos? Siempre dispuestos a sacrificarse por sus hijos. ¿Qué hay que coger el coche para llevar al niño a los Pirineos? Se coge. ¿Qué hay que pagarle el hostal en la previa a su aventura? Se lo pagamos.....
¿No será que los padres de Dandochepazos se "sacrificaron" para perderlo de vista durante unos días?
Fuera como fuese, espero que Dandochepazos dedicara, al menos, la cima de Tourmalet a sus progenitores.
Una sola duda queda en todo este tema: ¿quién pagó las clases, tasas y exámenes del carnet de conducir? ¿Dandochepazos para no repetir el calvario o sus padres para no tener que negarle otra excursión?
Un saludo.

A.M.Y.P. dijo...


No sabe usted bien, estimado Yeyu, lo que han debido soportar --y aún soportan-- los sufridos progenitores de Dandochepazos. Cuántas veces no le habrán hecho el favor de llevarlo en coche de aquí para allá, para que pudiera satisfacer sus ambiciones cicloturistas; y así se lo paga el muy ingrato: con malas caras y 'rajando' de ellos por la espalda.

De dedicarles la cima del Tourmalet, nada de nada; así se las gasta el tío éste. Yo, que conozco bien a sus padres, sé que son personas de bien, y doy por hecho que sus reprimendas al crápula de mi camarada están más que justificadas.

Por cierto, la autoescuela y todos los trámites para obtener el carné de conducir se los pagó, contra todo pronóstico, el propio Dandochepazos. Al parecer, en un rapto de dignidad, decidió hacer frente a tal dispendio pese a su 'mileurista' sueldo de redactor, sin aceptar la oferta de su madre para correr con todos los gastos.