miércoles, 30 de enero de 2013

Chips fraudulentos y Ventolin a mansalva. Planes para la nueva temporada



   -Este año voy a dar mucho que hablar, en serio te lo digo. Voy a ir a full-gas, como Contador.        
-Dandochepazos no está dispuesto a que la historia se repita. Esta vez, nada de tonterías ni de engañabobos; nada de consuelos de fracasado. “Lo importante es pasarlo bien, tomárselo con calma y disfrutar del paisaje”. ¡Chorradas! No, él lo tiene muy claro; va a intentar marcar la diferencia e imponer su ley en las pruebas más duras de la temporada cicloturista. Irati-Xtrem, PaxAvant, Larra-Larrau.... Vamos, lo que le echen.

   -Pero vamos a ver ­-le digo­-, ¿es que no te das cuenta de que con tu físico y tu bicicleta de dominguero, no estás para disputar nada? Bastante tienes con apuntarte a un par de marchas y tratar de no quedar el último. No te da pa más; asúmelo.

Una pobre genética y una bici de gama baja son incompatibles
con los triunfos en el competitivo panorama cicloturista.  
   -¡Qué dirás, qué dirás! No tienes ni idea. Claro, como tú eres un mediocre y un globero, piensas que todos tenemos que ponernos a tu nivel. Pues nada de eso, yo voy a dar un salto de calidad y a luchar por estar con los mejores. Y si no, al tiempo.

   -Ándate con ojo, chaval, a ver si la vamos a tener ­-le advierto­-. Aquí el único mediocre eres tú, que te dejas la vida en el rodillo y haciendo series como un loco; y total, ¿para qué? Si luego no das más que pena, como el año pasado en la Irati Xtrem y en laLarra-Larrau. Yo, por lo menos, acepto mis limitaciones.

   Cansado de las impertinencias de mi amigo, pago mi cerveza y salgo apresuradamente del bar, dejándolo allí plantado y sin tiempo de contraatacar con alguno de sus improperios. ¿Pero que se habrá creído? ¡Si hasta el año pasado nunca había participado en una prueba organizada! A ver si ahora, por terminar un par de marchas, vamos a tener que hacerle la ola. Bueno, allá él y sus delirios; luego, cuando su pobre genética y los casi diez kilos de peso de su BH Zaphire lo pongan en su lugar en las carreteras de los Pirineos, llegará la frustración.

   Ya ha pasado un buen rato desde de mi espantada, pero Dandochepazos sigue sentado en la barra. En la penumbra de aquel tugurio -­-una especie de pub heavy, pero a lo cutre­-, parece confundido. “¿Será cierto que soy tan paquete? ­-se pregunta mientras come cacahuetes y le pega a la Mahou­- ¿Tendré que resignarme a una vida cicloturista sin trofeos ni honores?”

Mugrienta y arrugada, la banderola del tugurio heavy 
necesita un buen repaso. (imagen:IronMaiden.com)
   Aunque lo habitual es que no atienda a razones de ningún tipo, en esta ocasión mis duras palabras parecen haber llevado algo de juicio al mundo de autoengaño y fantasía en el que habita mi camarada. La duda difumina sus convicciones y se asoma a su mirada, que permanece fija en el fondo del mostrador. Allí, arrugada y mugrienta, una bandera de Iron Maiden preside la estancia, sin que nadie le preste ya mucha atención. La enseña muestra un cadáver andante, con una Union Jack en una mano y un sable ensangrentado en la otra, mientras la muerte lo observa todo en un segundo plano, sobre un campo de batalla. “Joder ­-piensa distraído­-, pues sí que tiene roña la banderita; esperemos que el encargado sea un poco más pulcro con los vasos”.

   Un par de cervezas después, abandona la tasca, en la que no quedan ya más que el pálido camarero y su novia, una chavala de extraños ropajes y aspecto de personaje de manga. Hace frío y y está muy oscuro. Con las manos en los bolsillos y los cuellos de su chaqueta de cuero levantados, deambula por el barrio tratando de poner en orden sus pensamientos. “No sé, no sé; a ver si va a ser verdad lo que dice éste; a ver si por mucho que me machaque, ya no tengo margen de mejora”.

PORRONES DE VINO DULCE

   Dandochepazos pasea su incertidumbre por las calles semidesiertas. Aunque es sábado por la noche, apenas se cruza con un par de borrachos, un señor paseando al perro mientras escucha el transistor y algún que otro rebuscador de basura. Nada de extrañar, por otra parte, porque en el barrio no es que abunden precisamente los locales de moda; y los bares de jubilados, con sus partidas de dominó, sus porrones de vino dulce y su menguante clientela, es la única alternativa hostelera al garito heavy. 

   En su triste recorrido entre bloques de ladrillo y plazoletas mal iluminadas, no puede por menos de reconocer que quizá se haya dejado llevar por el entusiasmo a la hora de programar sus metas para la temporada. Hasta ahora, todo el mundo se había limitado a reirle las gracias y a darle la razón cuando, en los foros de ciclismo de internet, se las daba de aspirante a la élite cicloturista. Sin embargo, mis advertencias han hecho que la cruda realidad vaya abriéndose paso, poco a poco, entre sus ilusiones sin fundamento.
Salvo que medio pelotón se vaya por el barranquillo, Dandochepazos no
tiene posibilidad alguna en la cronoescalada final. (imagen:iratiextrem.com)

   Al fin y al cabo, el año anterior no pasó del puesto 346 en la Larra-Larrau y del 432 en la Irati-Xtrem. Aunque se había convencido a sí mismo de que entrenándose más, esta temporada podría situarse entre los mejores, empieza a comprender lo desmesurado de sus expectativas iniciales. Por más que se machacara, muchos participantes iban a tener que despeñarse y muchos chuletones con clembuterol iba a tener engullir para poder siquiera estar entre los cien mejores.

   Además, es evidente que la BH de aluminio, con sus llantas de mercadillo y sus desarrollos de principiante, tampoco está como para competir. Un año más vieja y sin mejora alguna en sus componentes, apenas es un trozo de hierro frente a las máquinas de carbono y piezas de gama alta que, según parece, tiene ya hasta el más pardillo de los globeros. “Menudo imbécil estoy hecho ­-se dice­-. ¿Cómo he podido estar tan ciego? ¿Cómo he podido llegar a engañarme de esta manera?”

   La situación en la que se encuentra es complicada. Después de haber anunciado a diestro y siniestro que iba a dar un golpe de mano en el panorama cicloturista, la sombra del ridículo se cierne una vez más sobre su pellejo. “Es que no aprendo,” se lamenta angustiado, recordando las innumerables veces en las que sus bravatas y sus accesos de euforia han acabado volviéndose en su contra.

TRAPICHEOS

   Lo normal sería retractarse y reconocer que se le había ido la cabeza, para a continuación plantearse unas metas más realistas y aguantar de la forma más digna posible las mofas del personal. ¿Pero para qué actuar con sensatez, cuando un despropósito puede taparse con otro aún mayor? Como Homer Simpson en pleno desbarre, una cascada de ocurrencias va formándose en su mente. Alegar una lesión repentina para escaquearse de sus compromisos, hacer algún trapicheo en los recorridos para poder llegar entre los primeros, aprovechar su asma crónica para inflarse a Ventolín y potenciar así su rendimiento... “¿Por qué no se me ocurrirán más que disparates?” ­piensa, al constatar que es incapaz de alumbrar una idea mínimamente coherente.

   “Estoy vendido; ya puedo prepararme para la que se me viene encima.” Incapaz de encontrar la fórmula que le saque de aquel atolladero, el pobre chaval parece condenado, una vez más, a quedar como un bocazas. “A no ser...”

Para desgracia de algunos, los sistemas de medición de tiempos
no se pueden manipular así como así. (foto:cronochip.com)
   -Oye, Jon, ¿sería posible manipular uno de esos cacharrillos que se usan en las carreras para controlar los tiempos de los participantes? ­-Al otro lado del teléfono, su hermano menor asiste, perplejo, a la intempestiva consulta de mi colega.      ­-¿Pero tú estás mal o qué te pasa? ¡Qué es la una de la mañana! ¿No sabes que tengo que madrugar para preparar el doctorado?

   -Que sí, que sí; no me llores. Tú respóndeme y te dejo en paz. ¿Es posible trastocar esos chismes, sí o no?

   -Imagino que te refieres a los chips.

   -Sí, hombre, sí; los chips.

   Escamado, Jon se pregunta qué estará tramando el fullero de su hermano. No es la primera vez que recurre a él para sus chanchullos; no hace mucho, ya lo tanteó para tratar de reclutarlo como matón en un plan para mangar una bicicleta a un equipo profesional. Como era de esperar, aquella operación no llegó siquiera al grado de tentativa, pues Dandochepazos recuperó pronto la lucidez tras el arrebato que le llevó a urdir tan delictivo proyecto. Ahora, sin embargo, no acude a él por sus conocimientos avanzados de Judo, sino que busca su asesoramiento como ingeniero de telecomunicaciones. Es lo que tiene ser una persona aplicada y de recursos; que al final, los vagos y maleantes se aprovechan de uno para sus trapicheos.

   -Mira, no sé en qué estarás pensando ni quiero saberlo; pero como no entres en el sistema informático central, no hay manera de manipular los registros. Ten en cuenta que es un método de identificación por radiofrecuencia, y que no es tan sencillo alterar las mediciones.

   -¡Maldita sea! ­-exclama Dandochepazos­- Pues si que mes has servido de ayuda. ­-Vete a la mierda ­-le responde su hermano­-; eres un desagradecido y un chalado.

La ingesta masiva de Ventolin puede resultar fatal
y no garantiza el éxito. (imagen:dokteronline.com)
   Quemado su último cartucho, se guarda el móvil en el bolsillo y dobla una esquina. Un gato lo mira desde los bajos de un coche mientras se dirige a la trasera de un edificio destartalado. En los bajos, una cristalera y un letrero luminoso de Coca-Cola destacan entre un rosario de persianas roñosas y puertas tapiadas. Ya es casi la una y media de la mañana, pero la música sigue sonando en el interior del local.

   -Buenas; una cerveza ­-dice al entrar. ­-Buenas ­-saluda el camarero heavy después de hacer a un lado un bocadillo a medio terminar. En la pared, entre estantes repletos de botellas, el zombi macarra de Iron Maiden lo observa desafiante, con el sable listo para continuar con su escabechina.

   -¿Tú crees que tendría alguna posibilidad de hacer podium en la Pax Avant si me meto dos o tres Ventolines de una tacada? ­-sondea al barman cuando éste se acerca a servirle la Mahou. El pálido camarero se queda observándolo unos instantes, como pasmado, mientras se rasca la tripa por debajo de la camiseta. -¿Y eso qué es lo que es? 






miércoles, 23 de enero de 2013

Arimegorta. Un despojo ciclista en el infierno de hormigón


   -Que no, chaval, que no; a mí no vuelves a liarme. Si tantas ganas tienes, ve tú solo; pero si luego te da un mal, no me vengas llorando para que te lleve a Urgencias. -Como si no tuviera nada mejor que hacer después de toda la mañana subiendo y bajando cuestas como un imbécil, ahora va Dandochepazos y pretende meterme en el infierno de Arimegorta (Bizkaia), una ascensión extrema que miedo da de solo observar la altimetría. Pues va listo si cree que voy a acompañarlo.

   Sentados en la terraza de un bar de Zeanuri (Bizkaia), mi camarada y yo reponemos fuerzas a base de Mahou y chorizo frito, tras varias horas de castigo por Pagomakurre, BikotxGane y otros puertos de la zona. Yo ya he tenido bastante con semejante trajín; sin embargo, a mi descerebrado colega aún le quedan ganas de desafiar a la suerte y jugarse la salud con una escalada que excede el buen sentido y la lógica ciclista.

La ascensión a Arimegorta puede arruinarte
la salud y hacerte perder la alegría de vivir.
   -Mira, yo te espero aquí, leyendo el periódico y tomando otra cerveza ­-le digo, mientras echo mano del Marca que acaba de dejar libre otro cliente­-. Procura no tardar mucho y que no te dé un síncope, porque si no estás de vuelta pronto, me las piro; que quiero llegar a casa a tiempo de ver el telefilme de la tarde.

   -Joder, cada día eres más cagón. Hala, pues ahí te quedas. Tardaré una hora o así. Si quieres esperarme, bien; y si no, también. ­-Haciéndose el ofendido, Dandochepazos se levanta de la silla y, tras llenar el botellín en la fuente de la plaza, se monta en su BH y desaparece por una carreterilla, en dirección a un vía crucis de 4,2 kilómetros, un desnivel medio de casi el 15 por ciento y rampas de hormigón rayado de hasta el 30 por ciento.

   Esta afición suya por las subidas demenciales es algo que nunca he llegado a comprender. Arimegorta, Belaustegi, Pagolar... Pistas asesinas que minan la salud y que sitúan al borde de la aniquilación a quien osa adentrarse en ellas. Y todo para llegar a una campa, un merendero o, como mucho, unas antenas. ¿A qué vendrá esa obsesión por desriñonarse sin venir a cuento? ¿Qué necesidad habrá de buscarse la ruina física para subir por una pared de cemento que no lleva a ninguna parte?

UN AUTÉNTICO TRAGALDABAS

   “Bueno, allá él y sus locuras”. Resignado ante la imposibilidad de comprender las masoquistas inclinaciones de tan extraño individuo, decido pedir otra cerveza y un poco más de pan, para seguir rebañando los restos de chorizo y el aceite que han sobrevivido al tragaldabas de mi amigo.

Los titulares simplones y anuncios sobre salud sexual son
esenciales en la prensa deportiva (imagen: Marca.com).
   Mientras espero a la camarera, abro el periódico ­-al que el ocupante de la mesa de al lado lleva rato lanzando ávidas miradas­- y me sumerjo en el desconcertante mundo de la prensa deportiva. Fichajes frustrados, cuestionables exclusivas y noticias que no lo son constituyen una lectura tan insustancial como amena, que consigue atraparme pese a su escaso rigor periodístico y evidentes lagunas de estilo.

   No muy lejos de allí, apenas iniciado el ascenso, Dandochepazos se encuentra ya en pleno proceso de autoinmolación. Una tras otra, las rampas se suceden, brutales, sin descanso. Las piernas le duelen, la taquicardia no remite. Cada vez que levanta la vista o toma una curva, un tramo aún peor que el anterior surge como de la nada, propinando un nuevo mazazo a su maltrecha moral.

   Pero el tambaleante cicloturista, sin saber muy bien por qué, sigue adelante. No es la primera vez que se interna en aquel escarpado sendero, y sabe por experiencia que solo hay una forma de llegar hasta arriba sin morder su rugosa superficie. Es consciente de que la más mínima alegría en el pedaleo le dispararía las pulsaciones hasta niveles insostenibles; y entonces, adiós muy buenas. Con el fin de eludir el colapso cardíaco, se concentra en mantener una cadencia lo más baja posible y en respirar de forma acompasada.

LASTIMOSA FACHA

   Con el desarrollo fijo en el 30x25, se arrastra palmo a palmo, metro a metro, en una agonía que consume su energía y amenaza con doblegar su voluntad. Pero el muy cabestro continúa, más allá del dolor y la cordura. Su lastimosa facha, con el rostro consumido, el sudor cayéndole a chorros y la mirada perdida, suscita pena y grima a partes iguales entre quienes se lo encuentran por aquellos parajes.

   -Pobre chaval ­-comenta una mujer con bastón y botas de monte al cruzarse con él­-, parece que le va a dar algo. ­-Sí; la verdad es que muy buena cara no es que lleve, no ­-le responde el que aparenta ser su marido, sin poder reprimir un gesto de desagrado al pensar en el babeante y cadavérico cicloturista que acaba de pasar a su lado.
Los telefilmes de sobremesa son ideales para quien no tiene 
nada mejor que hacer con su vida (imagen: wikipedia).

   Para cuando por fin alcanza el collado en el que acaba el pavimento, apenas es ya un despojo de sí mismo. Su agotamiento no le impide, sin embargo, disfrutar de esta nueva victoria, la tercera, sobre el coloso de Arimegorta. ¡Qué lejos quedan sus propósitos de enmienda; las promesas de reconducir su afición hacia recorridos menos insensatos! 

   Apenas ha recobrado el aliento, se apresura a montar de nuevo en su BH de aluminio e inicia el descenso de vuelta a Zeanuri. Vanidoso y vil como él solo, se muere por restregarme por la cara su gesta en el infierno de hormigón. Pero sus ganas de sacar pecho van a tener que esperar, porque como pronto descubrirá, nadie le espera ya en la cafetería del pueblo. Cansado de permanecer allí como un pasmarote, y con el Marca leído de cabo a rabo, hace ya rato que el que escribe ha alzado el vuelo, directo al thriller vespertino de Antena 3. 


miércoles, 16 de enero de 2013

Encerrona en el Volkswagen. Musicales, sermones y puertos pirenaicos


   Una vez más, y ya son demasiadas, Dandochepazos se dispone a pasar por el humillante trago de tener que reconocer su absoluta falta de autonomía en materia de transporte. Abandonado a la desidia, ha ido dejando pasar el tiempo como quien no quiere la cosa, aplazando y aplazando el momento de sacarse el carné de conducir, y al final, el asunto se le ha ido de las manos. Cumplida ya la treintena, se ve así obligado a tragarse su orgullo y a aceptar la ayuda de sus padres, que se han ofrecido para llevarlo en coche hasta el punto de inicio de su travesía pirenaica.

Tarde y mal. Dandochepazos no se sacó el carné
hasta los 33 años, y encima suspendió el primer examen.
   Corre el año 2010, y el mundo deberá aguardar todavía unos meses para que tan ilustre ciudadano se digne apuntarse a la autoescuela. A falta de permiso de circulación y del Megane de segunda mano con el que hoy día surca las carreteras, mi camarada asume su suerte con resignación. Sabe que deberá pagar un alto precio a cambio del auxilio de sus progenitores, porque la tabarra que le aguarda durante el viaje no es cosa de risa.

   Con toda certeza, los reproches y las demandas de explicaciones por su aparente fobia a la conducción aflorarán sibilinamente en la conversación de sus padres. La reprimenda, previsiblemente, se alternará con observaciones sobre el paisaje y comentarios acerca de lo mal que va el país. Menudo panorama.

   Es cierto que podría ir en autobús; pero el engorro de los transbordos,junto con la perspectiva de tener que pelearse con el chófer de turno para poder meter la bicicleta en la bodega, hacen que esta opción sea aún menos apetecible. Solo queda apelar a la fortaleza mental y no venirse abajo ante la encerrona que, en forma de brasa familiar, le espera en el interior del Passat de su progenitor.

POCA VERGÜENZA

   Tras dar un último repaso a sus bártulos y de quitar las ruedas de la Conor para que ocupe menos espacio, a duras penas consigue meter la bici y las alforjas en el maletero. Con una parte de los asientos traseros abatida para que entre el equipaje, apenas queda sitio para que su madre, siempre dispuesta al sacrificio, se apretuje en una esquina. Mientras tanto, en una demostración más de su poca vergüenza, mi camarada se instala con comodidad en el asiento del copiloto.
Estridentes tonadillas y letras insustanciales conforman
esta banda sonora (foto: todocolección.net)
  
   El viaje discurre de acuerdo a lo previsto. Los sermones se suceden y la banda sonora de Sonrisas y Lagrimas, que su padre guarda en la guantera desde tiempos inmemoriales, chirría en el radiocasete. Además hace calor, mucho calor. El Passat, como todos los coches que ha habido anteriormente en casa de Dandochepazos, carece de aire acondicionado. El cabeza de familia siempre ha priorizado la seguridad sobre el confort; así que cuando en 1998 decidió sustituir su obsoleto Fiat Regata por un Volkswagen, se gastó todo el presupuesto disponible para extras en atiborrar de airbags el habitáculo del coche.

   No es de extrañar que, en pleno mes de agosto, los ocupantes del ultraseguro vehículo se cuezan a fuego lento en su avance hacia Bagnères-de-Luchon (Francia). La temperatura, que crece por momentos en el interior del automóvil, se cobra, además, una inesperada víctima; en el maletero, una de las cámaras de la bici estalla con un sonido seco cuando aún no han cruzado la frontera.

   El desconocimiento de las mas elementales leyes de la física ha vuelto a jugar una mala pasada a Dandochepazos, que ajeno al fenómeno de la dilatación térmica de los cuerpos, ha inflado las ruedas hasta su presión máxima de ocho bares antes de partir. A poco que uno haya cursado Secundaria, o simplemente haciendo uso de un mínimo sentido común, habría de saber que, en un día de bochorno, no es muy buena idea inflar a tope un neumático que va a ir en el maletero durante varias horas. Pero esta lógica, aplicable por lo general a todo ser racional, no parece funcionar con el muchacho éste, que colecciona negligencias y desatinos cual pensionista acumula souvenirs de sus viajes con el Imserso.

POR LA PATILLA

   A la mañana siguiente, ya en Bagnères-de-Luchon, el seco de mi amigo despacha a sus padres con su habitual tosquedad. ­-Venga, venga; no me deis más la chapa, que quiero salir pronto ­-les suelta, mientras se ajusta el casco junto a la recepción del hostal en el que han pasado la noche. Gracias a la financiación familiar, el transporte, el alojamiento y la manutención le han salido hasta el momento por la patilla. Pero el gratis total y las comodidades se acabaron a partir de ahora. Solo con su bicicleta y con las alforjas a cuestas, es hora de darle al pedal y de malvivir por esa carreteras de Dios, deslomándose en cada puerto y pernoctando en campings de tercera categoría para reducir gastos.

La velocidad media en la ascensión a
Cap de Long fue bochornosa.
   Sin tenerlas todas consigo respecto a sus posibilidades reales de cumplir con el plan de viaje que se ha marcado, se despide una vez más de sus benefactores y enfila la carretera hacia la primera ascensión de su desafío pirenaico
   
   A lomos de su Conor de montaña -acondicionada para la ocasión con cubiertas lisas y horquilla rígida-, las etapas se suceden con desigual rendimiento por parte de Dandochepazos. En algunas jornadas se muestra intratable, y se merienda como si tal cosa el Tourmalet, el Aubisque o el Larrau. Otros días, acaso por abusar de los pepinillos y las anchoas en detrimento de alimentos más energéticos, se arrastra por el asfalto como alma en pena. Mención especial merecen los lamentables espectáculos protagonizados por el chaval en los cols de Peyresourde, Cap de Long y Gabarnie-Boucharo, en los que apenas logra adelantar a señoras con sobrepeso que circulan en BTT, ancianos cicloturistas de la quinta de Bahamontes y a algún senderista despistado.

   Unos días después, tras muchas penurias, algunas satisfacciones y varios miles de metros de desnivel acumulado en sus piernas, el buen mozo disfruta con calma de una cerveza en una taberna de Roncal (Navarra), a la espera de que el Passat gris aparezca para recogerlo y llevarlo de vuelta a casa.

   De regreso a Vitoria, el sol pega de plano en el parabrisas, convirtiendo el interior del Volkswagen en una caldera hirviente. La voz de su madre, que vuelve a preguntarle cómo es posible que a estas alturas no se haya sacado el carné de conducir, se eleva sobre el ruido del motor y las tonadillas de Sonrisas y Lagrimas. De pronto, Dandochepazos cae en la cuenta de que no puede seguir así. “De este año no pasa; tengo que apuntarme a la autoescuela de una maldita vez; aunque solo sea por no tener que volver a pasar por este calvario,” se promete, al tiempo que el radiocasete, en modo autoreverse, empieza a reproducir una vez más el insufrible musical.


miércoles, 9 de enero de 2013

Manual de combate cicloturista-perro. Técnicas de autodefensa y ataque


   “Si he de acabar despedazado en una cuneta, que así sea; pero como hay Dios que antes me llevaré a unos cuantos de esos chuchos por delante”. Dandochepazos ya está cansado de poner la otra mejilla, de responder con resignación cristiana a tanta provocación y hostilidad. Su traumática experiencia en la Bizkaia profunda (ver entrada anterior) ha sido solo el último de una serie de encontronazos con mastines, boxers, pastores alemanes y otros representantes de la estirpe canina. 

Sabedor de que no es rival para estos bicharracos,
el ciclista vive atemorizado. (Imagen:librosgratis.net)
   Durante muchos años ha eludido el enfrentamiento directo con los perros que salían a su paso por carreteras y caminos, tratando de hincarle el diente o de hacer que se rompiera la crisma al cruzarse en la trayectoria de su bicicleta en el peor de los momentos. Convencido de que la prioridad era no irritar aún más a las bestias, optaba por esta política de apaciguamiento para evitar que su acoso fuera a mayores.

   Pero eso se ha acabado. “Antes morir de pie que seguir viviendo arrodillado ante esos malditos bastardos”, piensa, repentinamente henchido de una especie de fervor revolucionario. Así que, dispuesto a plantar cara ante el totalitarismo canino que campa a sus anchas por vías secundarias y carreteras vecinales, empieza a investigar. Está decidido a encontrar la forma de derrotar a esas criaturas; cueste lo que cueste.

   Con su ordenador portátil de precio ajustado y humildes prestaciones, se sumerge en varios foros de ciclismo para conocer las experiencias de otros compañeros del pedal. La abundancia de comentarios que inciden en este problema le reafirma en su determinación, pues revela que los ataques perrunos a los integrantes de la comunidad cicloturista se producen con alarmante frecuencia. “¡Alguien tiene que hacer algo! ­-se repite a sí mismo- ¡Hay que poner coto a los excesos de esas alimañas!”

   Autoinvestido como adalid de la causa ciclista, decide elaborar un compendio de métodos de defensa y contraataque a partir del material que ha encontrado disperso por la Red y en algunas otras fuentes, como su inconclusa colección de fascículos de la revista Comando. Técnicas de combate y supervivencia. Surge así la guía de autoprotección cicloturista de Dandochepazos, que pone al alcance de todo globero una completa gama de recursos con los que hacer frente a las arremetidas de los canes. A continuación se ofrece un adelanto en exclusiva de tan magna obra, en el que se reseñan algunos de los materiales y técnicas en ella descritos. -Advertencia: estos procedimientos han de emplearse solo contra aquellos ejemplares que actúan con verdadera mala idea. Procúrese no causar daño alguno a los perros pacíficos, pues no son responsables de los desmanes de sus congéneres-

Los ultrasonidos no tienen efectos sobre perros que
están como una tapia. (Imagen: radarcan.com)
   “Emisor de ultrasonidos (arma preventiva). Este ingenio electrónico emite ondas acústicas a muy alta frecuencia, imperceptibles para el ser humano, pero sumamente molestas para la mayoría de los cánidos. En teoría, es el dispositivo definitivo para este tipo de refriegas, pues permite ahuyentar al chucho con solo apretar un botón y sin necesidad de recurrir al enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Sin embargo, no siempre resulta eficaz; entre otras razones, porque no es infrecuente encontrarse con animales cuyos problemas auditivos los hacen inmunes a esta tecnología. Lejos de suponer un problema, tal discapacidad sensorial juega en este caso a favor del perro que la padece, que puede despacharse a gusto con su presa mientras ésta acciona y acciona el pulsador del aparato, en un vano intento de espantar a su agresor.

   Inflador de bicicleta (arma de defensa y contraataque). De interior en aluminio y cobertura de plástico rígido ­-en la mayoría de los casos­-, los hinchadores portátiles son un magnífico recurso para protegerse de las dentelladas del chucho de turno y, en su caso, calentarle el hocico a base de golpes. No obstante, la extensión del uso de minicápsulas de CO2 como alternativa a las clásicas bombas y la progresiva reducción del tamaño de los infladores está dejando a los ciclistas huérfanos de un objeto consistente con el que protegerse. Como alternativa, hay quien recomienda llevar un palo en la bicicleta. De contundencia probada, esta opción plantea, no obstante, inconvenientes logísticos. ¿Dónde llevar el palo? ¿Qué sistema de fijación emplear para garantizar un anclaje seguro al cuadro y un rápido desenvaine de la vara?

   Botellín (arma de defensa). Diseñados para pesar lo mínimo posible y con una capacidad escasa -entre 500 y 750 mililitros­-, los bidones portalíquidos carecen de la suficiente consistencia como para inflingir daños significativos al atacante. Es éste, por tanto, un objeto con un potencial meramente defensivo, tanto si se usa como proyectil ­-lanzándolo contra el animal­-, como si se emplea para bloquear sus mandíbulas, introduciéndoselo en la boca cuando lance una de sus dentelladas. Existen testimonios que aluden a la posibilidad de utilizarlo como cañón de agua para tratar de asustar al can lanzándole un chorro de líquido al hocico, aunque no parece probable que esta técnica sea eficaz, salvo con los especímenes más pusilánimes.

Todo lo que siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar
sobre cómo dar una paliza a un can. (Imagen:Comando)


   Existen otros muchos medios a los que el globero en apuros puede echar mano en un momento dado. Por ejemplo, las piedras y los materiales que se encuentran sobre el terreno pueden hacer las veces de armas arrojadizas o de contacto directo. A su vez, ciertas personas aseguran haber logrado aplacar a las bestias dándoles de comer alguna de las barritas o geles energéticos que suelen llevarse en el maillot.

   Por su interés y carácter didáctico, en la imagen contigua se muestra la reproducción de un esquema de la revista Comando en el que, con notas e ilustraciones, se instruye al lector sobre la forma de afrontar con garantías de éxito una pelea contra un contendiente canino. El cuadro ofrece orientaciones sobre tácticas para batallar cuerpo a cuerpo contra estos animales, ya sea armado o a pelo.”

   (Nota del autor. El texto entrecomillado es un extracto del Manual de combate cicloturista-perro de Dandochepazos. El editor de este blog no se responsabiliza de los daños y perjuicios que el uso de los técnicas descritas en dicha guía pueda ocasionar a personas o animales.)



miércoles, 2 de enero de 2013

Terror en la Bizkaia profunda. Sensacionalista relato sobre bicis y perros

Nota del autor: Con motivo de esta primera crónica -o lo que sea- de 2013, Dandochepazos y quien esto escribe expresan su deseo de que los seguidores de este blog tengan un año al menos medio decente; aunque, la verdad, la cosa sigue pintando entre mal y desastrosa. Hala, a seguir pedaleando, aunque sea entre despidos, ERE y recortes a manta.


   “Hostigado por un grupo de alimañas y sin vías de escape aparentes, Dandochepazos se encuentra en una situación límite. La pista de hormigón por la que asciende en su bicicleta muere unos pocos metros más adelante, justo ante una barrera metálica que permanece cerrada. Al otro lado, más allá del cercado de alambre de espino, puede ver como el camino pasa a convertirse en un sendero de tierra que se pierde montaña arriba. Sin embargo, con la maldita valla de por medio, es evidente que aquella no es una opción; los perros darían buena cuenta de él antes de poder salvar semejante obstáculo.

Algunos perros son gente chunga; si
les buscas la boca, la encuentras.
   Los ladridos ganan en intensidad y el acoso de los chuchos, que corren tras su BH, se hace más violento a medida que se acerca el final de la carretera. La verja que impide el acceso al camino forestal está ya a apenas una docena de pedaladas y, a pesar del escándalo que forman los canes, nadie da señales de vida en las dos casuchas que tan celosamente protege la piojosa jauría. Ninguna voz llama al orden a las bestias; ningún lugareño acude en ayuda del forastero.

   Aquello es una ratonera; por delante, cada vez más cerca, la empalizada de alambre de espino; por detrás, la manada rabiosa; y a los lados, una infranqueable barrera de zarzales. El tiempo se agota para Dandochepazos, que con los perros gruñendo y mostrando los dientes a su rueda, parece abocado a sucumbir bajo las babosas fauces de sus perseguidores. Triste final para tan aguerrido cicloturista, que aunque a lo largo de su carrera se ha enfrentado a no pocos percances e infortunios, nunca se ha visto en otra como ésta.

   La pista está próxima a su fin y mi camarada sabe que pronto se verá entre la espada y la pared; acorralado en un cerco de alambre y púas, de zarzas y colmillos. Derrengado por el esfuerzo y sin apenas margen de reacción, decide emprender una maniobra desesperada. El plan tiene escasos visos de prosperar, porque el fuerte desnivel de la cuesta y la estrechez de la vía complican la operación. Además, durante unos momentos puede quedar aún más expuesto a los bocados de aquellas fieras, a las que se encontrará frente a frente.

   Pero no parece que tenga muchas más opciones, así que mueve a un lado el manillar e intenta dar un giro de 180 grados a la bici para salir escopeteado carretera abajo, por allí por donde ha venido. Como era de esperar, la maniobra acaba mal. Incordiado por los perros y sin apenas espacio para ejecutar el viraje, Dandochepazos se sale de la pista. Trata de controlar la bici y de sacar un pie del pedal automático, pero está desfondado y, además, tampoco es que sea demasiado hábil a la hora de manejarse con esos modernos anclajes. Finalmente, tras unos instantes de angustia, termina en el suelo, sobre un lecho de maleza y espinas.

Chuchos asilvestrados y otras alimañas
acechan al ciclista en las pistas forestales.
   Los animales, una especie de bulldog atigrado y dos chuchos de muy mala pinta, se envalentonan ante la indefensión de su presa, que lucha por levantarse antes de que se le eche encima aquel horror canino. Las mandíbulas se abren y se cierran, soltando espumarajos y dando dentelladas al aire, peligrosamente cerca de las pantorrillas del caído cicloturista. Apoyado en el cuadro de su bicicleta, que utiliza como parapeto frente a los perros, logra por fin incorporarse y, sin saber muy bien cómo, vuelve a montarse en el sillín.

   Para cuando consigue enfilar la pista y lanzarse cuesta abajo, los tubos y las bielas de su montura han recibido ya varias tarascadas por parte de las dañinas alimañas. Por alguna extraña razón, y por suerte para él, aquellos bicharracos parecen más interesados en rumiar el aluminio de la BH que en mascar sus magras carnes de treintañero.

   El acoso continúa durante unas decenas de metros, aunque a medida que la bici gana velocidad los perros van quedándose atrás. Los ladridos cada vez se oyen más lejanos y, en un momento dado, al volver la cabeza, el fugitivo descubre aliviado que ha perdido de vista a sus perseguidores. Esta vez, la desgracia ha estado cerca; demasiado. Esta incursión suya por la Bizkaia profunda, en su apreciada comarca de las Encartaciones, podía haberle deparado un fatal desenlace”.


Los paseos campestres no siempre acaban bien,
especialmente si uno frecuenta ambientes tan chabacanos.
   -No sé; a mí tanto dramatismo para tan poca cosa me parece excesivo. Al fin y al cabo, por cuatro chuchos de nada... Y, encima, al final no te dieron ni un triste mordisco. En serio, me parece que se me ha ido un poco la mano con el tono épico de la crónica. Joder, ¡si parece que te estuviera atacando una manada de lobos! -Tras releer el texto por enésima vez, expongo así mis recelos estilísticos a Dandochepazos, quien, no obstante, parece entusiasmado con el relato. No me extraña; le encanta dárselas de héroe y está convencido de que sus batallitas de globero son auténticas proezas.

­-¡Qué va, qué va! Así está muy bien; refleja perfectamente la tensión del momento y el grave peligro que corrí en aquellos sombríos parajes ­-se apresura a responderme­-. Además, ten en cuenta que esto de los perros sueltos es un problema importante para la comunidad cicloturista, por lo que no está de más relatar los hechos con toda crudeza para poner de relieve la gravedad del asunto.

   -Vale, lo que tú digas. De todas formas, me da bastante pereza rehacer la narración sobre esta odisea tuya, así que me da que el texto se va a quedar como está. 

   Total, un poco de sensacionalismo nunca viene mal para dar color al relato y atraer visitantes al blog. Es la esencia misma del periodismo.