Este blog ha muerto, sepanlo ustedes. Pero quien quiera pasarse por el nuevo proyecto de Marco Peret
--ahora rebautizado como Pepe Bellaco--, puede 'pinchar' aquí.
lunes, 2 de septiembre de 2013
miércoles, 8 de mayo de 2013
Patrioterismo 'globero'
Llevado por el clamor popular contra la clase dirigente, Dandochepazos ha optado por subirse al carro de la protesta y alzar su voz frente a los desmanes del poder. El también quiere participar del vapuleo colectivo a políticos e instituciones, volcar sus iras en la nefasta gestión de los poderes públicos. Pero en este ejercicio de civismo crítico, mi camarada enarbola su propia pancarta. ¿Sanidad pública y universal? ¿Enseñanza de calidad? ¿Empleo digno? Pues no; a él, lo que le preocupa es la falta de implicación de las administraciones en la promoción de Euskadi como destino cicloturista. Un escándalo, vamos.
Dandochepazos se ha sumado a la rebelión cívica, pero sus demandas no tienen ni pies ni cabeza. (imagen:cnt.es) |
Yo no sé que se habrá pensado este chaval, pero me da a mí que por mucho cartelillo y mucho anuncio que pongan en la Tour Magazine, va a ser un poco complicado que los globeros del mundo acudan en masa a las montañas vascas; más que nada porque comparados con el Grosse Oscheniksee, el Zoncolan o el Angliru, los puertos que hay por estas latitudes parecen de risa.
Antes de que mis paisanos me condenen a la hoguera y de que la Federación Vasca de Ciclismo me declare persona no grata, diré que no es mi intención menospreciar el potencial cicloturista de esta tierra. Entiéndaseme, en Euskadi hay muchos puertos duros y bonitos; solo digo que por las características geográficas de la zona, no tienen ni la longitud ni la espectacularidad suficiente como para convertir este rincón del planeta en un centro de peregrinación para la comunidad bicicletera.
–Pero vamos a ver –trato de razonar– ¿qué quieres que haga el Gobierno vasco? A ver si te crees que el Macizo del Gorbea es como los Dolomitas.
–Qué sabrás tú, pobre ignorante; si a ti te sacan de Urkiola y Orduña, y ya no sabes pa´ dónde tirar.
–Mira, ahora no te hagas el entendido; que si no llega a ser por la web esa de las altimetrías, no tendrías ni papa de esas subidas con las que te pasas el día dándome el coñazo. Que si Belaustegi, que si Gordón, que si Arimegorta ...
La subida a Belaustegi es una salvajada que invita a echar pie a tierra y prenderle fuego a la bicicleta. |
–Que sí, que sí –le interrumpo–. Pero digas lo que digas, los cicloturistas del resto del mundo tienen mejores cosas que hacer que venir hasta aquí para dejarse la salud y las cubiertas sobre esas pistas de hormigón armado. ¿No ves que son ascensiones muy cortas? Nadie en su sano juicio va a montarse en un avión o cruzarse el país para subir por una cuesta de cinco kilómetros, por muchos desniveles del 30 por ciento que tenga.
Este se debe creer que la gente es idiota, que basta con poner cuatro señales para convertir un camino de cabras en el próximo Tourmalet.
–También hay puertos más largos: Arraba, Oiz... –insiste.
–¡Bueno! ¡Que tiemble el Nebelhorn!
–Además – continúa, indiferente a mis mofas–, ahí está el Argalario, que se puede subir hasta por siete vertientes distintas, como la Piedra de San Martín.
–Sí; igual igual – le respondo–; total, como apenas hay 1.200 metros de diferencia entre uno y otro... Por cierto, ¿no es en el Argalario donde está ese depósito de residuos químicos?
–Bueno, ¿y eso que tiene que ver? El Departamento de Medio ambiente dice que las instalaciones son totalmente seguras. Y si no, siempre puedes subir por el lado de Muskiz y quedarte en Peñas Negras.
La ascensión a Peñas Negras ofrece unas magnificas vistas a la costa... y a las chimeneas de Petronor. (foto:petronor.com) |
–Pues estamos apañados; ¿no ves que allí está la refinería de Petronor y pega un pestazo a azufre que tira pa´ atrás?
Vertederos toxicos, chimeneas humeantes, miasmas ponzoñosos... Menudo ruta que les iba a preparar este a los turistas. ¿De verdad se creerá que se puede atraer a alguien con semejante panorama? Joder, pero si parece la galería de los horrores.
–Lo que pasa es que eres un descastao que no valora lo que tiene en casa –me reprocha cuando le planteo estas objeciones–. Eso sí, luego sales por ahí y te maravillas de cualquier cosa, como los pardillos.
Esto ya es lo último, que Dandochepazos me venga con lecciones de patrioterismo globero; como si no supiera que cada vez que puede se escapa a Cantabria con la BH. Hay que tener valor.
miércoles, 1 de mayo de 2013
‘Pajarón’ en las ondas. Un ‘bloguero’ con poca chispa
Extractos bancarios, facturas de telefonía, archivos-trampa plagados de virus… La bandeja de entrada del correo electrónico no suele depararme demasiadas alegrías. A lo sumo, alguna curiosidad que otra, como la invitación al Facebook de un tal Alfrigg, de Reikiavik, o uno de esos camelos que tan pronto te hacen rico exportando chinchetas, como te suministran una esposa eslovena por veinte euros.
G.I.JOE no duda en recurrir a la radio para difundir su mensaje. ¿Por qué no iba yo a hacer lo mismo? (foto:56.photobucket.com) |
Pero esta vez es distinto; por una vez en la vida, el repaso a la cuenta del Gmail parece reservarme algo productivo. “Llevamos tiempo pensando en hacerte una entrevista. Podrías hablarnos de algún puerto y, de paso, comentamos tu blog”. El mensaje es de Todociclismo, un programa de radio al que este humilde juntaletras ofreció hace tiempo sus servicios, en un desesperado intento por darse a conocer y, así, aumentar las exiguas visitas de esta web.
–Hala, majo –me arenga Dandochepazos al enterarse de la buena nueva–; ya puedes aprovechar tus cinco minutos de gloria para vender la moto, porque no creo que vayas a verte en otra como ésta.
–Bueno, a ver qué tal sale la cosa; voy a ver si se me ocurre una subida interesante de la que hablar; no sé, alguna que no esté demasiado trillada…
–¡Pero qué dices, hombre! Déjate de subidas, tú lo que tienes que hacer es empezar a promocionar el blog en cuanto te den paso. Así, a saco; sin miramientos.
–Sí, claro. ¿Pero no ves que me han invitado para hablar de un puerto de montaña? Lo del blog, en todo caso, se citaría de pasada. No voy a ponerme a hacer autobombo sin que venga a cuento, que eso da mucho el cante.
–Tú mismo –me reprocha–; pero si yo estuviera en tu lugar, no me iba del programa sin meter baza. ¿O no recuerdas la que le montó aquella vez Umbral a la Milá porque quería hablar de su libro?
Fignon y su memorable gargajo a la cámara de TVE aún causan sensación en Youtube. (imagen:culturaciclista.com) |
Como para no recordarlo; menudo escándalo que armó ese energúmeno. No sé quién era peor, si él o su compinche Fernando Fernán Gómez, que también solía prepararlas buenas. Aunque para literatos macarras, el amigo Pérez Reverte, que parece que no se queda contento hasta que no remata sus columnas con algún exabrupto. Es lo que tiene ejercer de perdonavidas en la esfera pública; que al final, a uno acaban colgándole desagradables etiquetas en la pechera. Y si no, que se lo digan a Fignon, a quien su reputación da borde acompañó hasta la tumba por su famoso escupitajo en el Tour de 1989.
–Bueno, qué; ¿Qué tal ha estado? –pregunto a Dandochepazos un par de días después, tras mi entrevista telefónica en Todociclismo.
–El programa, bien; tu intervención, bastante triste.
–¡Pero serás cabrón!
–Qué quieres que te diga; las cosas, como son. No hacías más que repetir la misma idea, y encima hablabas sin ganas; como si te faltara la energía por culpa de un pajarón. Menudo aburrimiento; menos mal que has entrado en la parte final del programa, porque si no, les hundes la audiencia desde el primer minuto.
El veredicto de Dandochepazos no puede ser más demoledor; pero me temo que tiene razón. A pesar de las prácticas de locución en la Facultad de Periodismo y de tantas tardes de domingo escuchando los desparrames radiofónicos de Pepe Domingo Castaño, uno no es precisamente la alegría de las ondas. No sé, quizá tenía que haberme tomado tres latas de Mahou antes de la entrevista, así igual habría tenido más chispa.
–Si te digo la verdad –continúa con saña–, no creo que tengas mucho futuro como comentarista de radio.
–Sí, creo que estás en lo cierto; me da a mí que soy un poco soseras para eso.
–¡Bueno, basta ya! –exclamo irritado, al constatar que Dandochepazos no tiene ninguna intención de dejar de hurgar en la herida.
Marino Lejarreta, un ciclista tan bravo como poco dicharachero.(foto:wikipedia.org) |
Madre mía, Lejarreta y Escartín. Entonces la cosa es más grave de lo que pensaba. Encima, ellos tienen excusa para la falta de entusiasmo que muestran cada vez que salen en la tele; pueden alegar que su desgana crónica es consecuencia de una larga y admirable trayectoria ciclista, que les ha dejado extenuados de por vida.
–No te piques, hombre –me dice –. Piensa que con un poco de suerte, igual el próximo invitado al programa lo hace peor que tú y la gente se olvida de la pena que diste.
Cansado de las puyas de este mal amigo, me doy la vuelta y lo dejo allí plantado, riéndose de sus propias gracias. “Bueno, de todas formas no le falta razón; con la entrevista ya emitida, en un par de días ni yo mismo me acordaré de lo que dije y no dije”.
Ya en casa, enciendo el ordenador y empiezo a pelearme con el teclado para tratar de escribir el próximo artículo del blog. Después de media hora sin haber logrado terminar ni un triste párrafo, cierro el procesador de textos y me pongo a vagar por internet. Los resultados de la NBA, las novedades de la web de altimetrías, los confidenciales de actualidad… Y el correo electrónico. “Todociclismo. El programa ya está colgado en la web; si quieres puedes avisar a tu familia y amigos para que lo oigan”, leo al abrir el primer mensaje de la carpeta de entrada.
¡Dichoso internet! ¡Ahora solo falta que Dandochepazos se baje el archivo de la entrevista y lo guarde en el móvil! Con lo rastrero que es, igual hasta hace un remix, para mortificarme con mis balbuceos y muletillas cada vez que le venga en gana.
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martes, 23 de abril de 2013
Cicloturismo vs. Interviú. ¿Te das cuen?
–¿Cómor? ¡Pero
qué me estás contando!
–Pues sí que hay que tener moral para sacar una revista de cicloturismo en este momento –comenta–. Tal y como está el patio en el sector de la prensa... ¡Joder, si ya no compra periódicos impresos ni el Tato!
Indiferente
al paso de los años y absolutamente ajeno a las tendencias del
momento, Dandochepazos no parece haber caído en la cuenta de que los
palabros de Chiquito de la Calzada hace ya tiempo que dejaron de hacer gracia. Por si
fuera poco, acompaña sus expresiones con una mala imitación de los
gestos del humorista, completando un cuadro de lo más ridículo.
Los días de gloria de Chiquito hace tiempo que pasaron a la historia.(imagen:zonadvd.com) |
Como
no podía ser de otra forma, sus extravagancias no tardan en atraer
la atención sobre nosotros. Desde la mesa de al lado, unas
chavalas que toman mojitos nos miran de forma extraña. Mejor no
imaginarse lo que estarán pensando, porque entre nuestros culotes
marcapaquetes y la Interviú que tenemos desplegada
sobre la barra, debemos parecer un par de friquis
degenerados.
–Lo que oyes –le digo, mientras devuelvo la revista a la estantería del bar–. Yo ya me he comprado el primer número.
Dandochepazos
pega un trago a la Mahou y comprueba por el rabillo del ojo
que nuestras bicicletas continúan a buen recaudo junto a la entrada
del establecimiento. La ruta ha sido dura, pero tras cuatro
cervezas y otros tantos pinchos de tortilla, lo más seguro es que ya
hayamos echado a perder todo el entrenamiento de la mañana.
–Pues sí que hay que tener moral para sacar una revista de cicloturismo en este momento –comenta–. Tal y como está el patio en el sector de la prensa... ¡Joder, si ya no compra periódicos impresos ni el Tato!
–Qué me
vas a contar. Con tanto ERE, cierres y reestructuración de medios,
un día de estos me veo con la redacción chapada y mangando
el cobre de las farolas para poder pagar la hipoteca.
MOQUILLO EN LOS GUANTES
Mi camarada da
otro tiento a la caña y se pasa la mano por la boca para limpiarse
los restos de espuma. Muy a mi pesar, no puedo evitar reparar en los
pringosos guantes que lleva el muy sucio. Junto a los restos
recientes de moquillo y sudor, los resecos lamparones que salpican el
tejido delatan la presencia de otros fluidos más antiguos, en una
muestra más de la preocupante falta de higiene de este chaval.
La portada de BiciSport no está mal, aunque comparada con la Interviú resulta un poco sosa.(imagen: ciclismoafondo.es) |
–¿Y como
se llama la revista esa? –me pregunta, sin molestarse siquiera
de fingir interés por mis preocupaciones laborales.
–Ya
te lo he dicho dos veces, hombre de Dios; Bicisport.
–¿Pero
no había ya una revista que se llamaba así?
–Joder, majo
–exclamo–. ¿Hace cuánto que no pasas tú por el quiosco?
Hace ya una pila de años que aquella revista dejó de editarse.
Ahora, los de Ciclismo a Fondo han repescado el nombre, aunque
en este caso es una publicación dedicada íntegramente al
cicloturismo.
–No sé...
No acabo de verlo. Para eso ya está la Pedalier.
–Bueno, sí.
Pero en realidad, no tienen mucho que ver; ésa está más orientada
a recorridos y altimetrías, mientras que la Bicisport se
centra en pruebas de material y ese tipo de cosas. Así, cuando
quieras ponerte al día, no tendrás que calentarte los sesos traduciendo la Cycling Plus Magazine con tu inglés de parvulitos.
Dandochepazos esquilma mi colección de Pedalier en cada una de sus visitas.(imagen:pedalierweb.es) |
–Ya, pero
no creo que la cosa esté como para andar comprando revistas de
cicloturismo a pares. Y encima, la Pedalier ya está bastante
consolidada.
Consolidada,
dice. No será gracias a él, que no se ha comprado un solo número
en toda su vida y se limita a afanarme los ejemplares atrasados cada
vez que me descuido. La actitud de Dandochepazos resulta un
poco desconcertante. ¿A qué viene esa repentina conversión
a la causa proPedalier. ¿Cuáles son los motivos de sus recelos ante una
publicación que ni siquiera ha visto?
–Oye, a ti
no te habrán untado los de Pedalier, ¿no? –bromeo– Mira que te conozco y sé que eres capaz de venderte por cuatro
perras.
Dandochepazos, con su proverbial incapacidad para percibir la
ironía, entra al trapo.
–¿Venderme,
yo? ¡Pero si has sido tú el que ha sacado el tema! Que si la
Bicisport tal, que si Ciclismo a Fondo cual. ¡A ver si
son ellos los que te han pagado a ti para promocionar la revista en
la mierda de tu blog!
Cómo está el tema. (imagen:interviú.es) |
–Sí,
claro; seguro que no tienen nada mejor que hacer. Como el blog tiene
tantas visitas...
–No sé;
para mí que les has engañado; fijo que has manipulado las
estadísticas para captar anunciantes.
En la mesa
contigua, las mozas de los mojitos asisten atónitas a nuestro
diálogo de besugos.
–Mira –le
digo, tratando de zanjar el absurdo intercambio de despropósitos–,
si quieres te dejo la revista para que le eches una ojeada; y ya me
dirás. Si te interesa te puedo prestar también el librillo de
altimetrías que viene de regalo.
Dandochepazos
bebe un trago y coge otra Interviú del revistero. Desde la
portada, los recauchutados globos de la rubia de turno
desafían a las leyes de la física y amenazan con desbordar los
límites del papel cuché.
–Tanta
altimetría y tanta altimetría –comenta sin levantar la vista
de la portada–. Ya podían hacer como éstos y sacar alguna tía
en bolas, para variar. ¡Pero mira qué jaca! ¿Te das cuen?
*(Aviso al lector:) El autor de este blog no se hace responsable de las expresiones machistas y malsonantes contenidas en el mismo, que no son sino la reproducción literal de comentarios realizados por el ciudadano Dandochepazos. Como atenuante de las responsabilidades penales en las que dicho sujeto pudiera haber incurrido por tales afirmaciones, téngase en cuenta que se encontraba en un estado de extenuación y semiembriaguez, producto de los esfuerzos realizados en el ejercicio de un entrenamiento cicloturista y de las cuatro cervezas que llevaba en el cuerpo.
*(Aviso al lector:) El autor de este blog no se hace responsable de las expresiones machistas y malsonantes contenidas en el mismo, que no son sino la reproducción literal de comentarios realizados por el ciudadano Dandochepazos. Como atenuante de las responsabilidades penales en las que dicho sujeto pudiera haber incurrido por tales afirmaciones, téngase en cuenta que se encontraba en un estado de extenuación y semiembriaguez, producto de los esfuerzos realizados en el ejercicio de un entrenamiento cicloturista y de las cuatro cervezas que llevaba en el cuerpo.
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miércoles, 17 de abril de 2013
Bicicletas e inquinas de barrio
Esta Orbea en nada se parece a la de Dandochepazos, pero sirve como apaño para ilustrar la crónica. (foto:reciclone.blogspot.com) |
Por delante, el asfalto discurre entre huertos, prados y maizales, en un trazado siempre ascendente. Por detrás, un reguero de ciclistas preadolescentes hace eses sobre sus monturas, incapaz de mantener el cansino ritmo de los dos escapados. Rostros congestionados, michelines asomando bajo las camisetas y miradas perdidas conforman una patética estampa, que deja en evidencia las miserias de la juventud de la época. Son los inicios de los años noventa del siglo pasado, y el abuso de las videoconsolas y de la bollería industrial hace estragos sobre una chavalería entregada a la Super Nintendo y a los Phoskitos.
Por si las nulas aptitudes físicas de aquella cuadrilla de haraganes no fuera indicativo suficiente, la heterogénea mezcla de bicis de carreras, de paseo y mountain bikes, junto con las bermudas y chándals que luce buena parte de aquellos bicicleteros, deja bien a las claras el carácter informal de la competición. Informal, pero no amistoso. Una rivalidad secular, unos recelos irracionales que se pierden en la noche de los tiempos, separan a los dos bandos que pelean en aquella disputa deportiva. A un lado, el barrio de mi camarada; al otro, los traicioneros residentes del distrito vecino. ¿Qué más da que nadie conozca los motivos de aquella inquina que se transmite de generación en generación? ¿Acaso importa que nuestro buen amigo sea un simple veraneante que no pasa en aquel pueblo ni dos meses al año?
Tras un falso llano que le sirve para recuperarse un poco, el canijo Dandochepazos decide probar con un demarraje. Pero sus fuerzas flaquean y apenas logra mantenerse levantado sobre su Orbea unas cuantas pedaladas. Pegado a él, el fornido cabecilla de la panda rival resopla y resopla, pero se mantiene a su rueda cual Indurain frente a Chiapucci. La subida, de dos kilómetros poco más menos, está ya cerca de su final.
La Super Nintendo dio al traste con los hábitos de vida saludables de toda una generación. |
“Mierda, como lleguemos juntos, éste me va a dar pa´l pelo en el sprint.” Sabedor de que la mayor corpulencia y de que las diez velocidades de la máquina de su adversario hacen de él un enemigo insuperable en los últimos metros, decide jugarse el todo por el todo con un nuevo ataque. Su honrilla está en juego, y no es cuestión de que aquel patán medio fofo y descoordinado acabe con su bien ganada fama de escalador. Pero los resultados de aquella arremetida kamikaze no pueden ser mas desastrosos; Dandochepazos acaba fundido en mitad de una curva y su contrincante empalma con él sin demasiado esfuerzo. Ya solo queda la última rampa, que desemboca en la Plaza del Ayuntamiento, justo al lado de la casa del pueblo de sus padres.
A LA ALTURA DEL BARRO
A LA ALTURA DEL BARRO
“Joder, joder... Menudo ridículo que voy a hacer. Fijo que éste me deja a la altura del barro delante de todo el vecindario.” Después de pasarse todo el verano alardeando de sus dotes ciclistas ante las chavalas del lugar, la humillación de ser vapuleado al sprint por un mequetrefe como aquél no parece que vaya a ser un plato fácil de digerir.
Sin aliento y con agujas de fuego clavándose en sus piernas a cada nueva pedalada, busca una salida honrosa a su situación. Pero el tiempo se agota y la oportunidad de salir de aquel embolado de una manera decorosa sigue sin presentarse. El miedo escénico se apodera de él, y Dandochepazos pierde todo resto de buen juicio y dignidad que pudiera quedarle a esas alturas de su corta vida. “¡Qué coño, yo me quito de en medio!”, decide por fin, recurriendo a una artimaña que, lejos de salvarle la cara, lo hunde en el lodo de la ignominia.
El escudo de aquel pueblo no deja lugar a la duda respecto a cómo se las gastan los lugareños. (imagen:wikimedia.org) |
Aquella excusa no hay por donde cogerla, bien lo sabe; pero le da igual. El caso es evitar a toda costa el tramo final de la ascensión, que discurre por el centro del pueblo, para no pasar por el amargo trance de verse doblegado por el enemigo en presencia de familiares, lugareños y potenciales rolletes de verano.
–¡Pero qué dices, hombre! –Indignado ante tamaña cobardía, el líder de la cuadrilla rival no se acaba de creer lo que está oyendo.– ¡Si no quedan ni 200 metros para la meta!
–Ya, ya... Pero me voy a ver el Tour, a ver si gana Van Poppel. Ya terminaremos la carrera otro día.
–¡Eres un rajao, que lo sepas! –le grita su enfurecido adversario– ¡Menudo atajo de cagaos estáis hechos tú y los de tu barrio!
“Ahí te quedas, asqueroso; búscate a otro al que dejar en ridículo.” Indiferente a los reproches, Dandochepazos abandona la carretera y se dirige hacia el chalé de sus padres por un camino de tierra, renunciando a disputar siquiera el final de aquella contienda pueblerina. Pero mira que hay que tener poca sangre en las venas. De verdad, qué pena de chaval.
“Ahí te quedas, asqueroso; búscate a otro al que dejar en ridículo.” Indiferente a los reproches, Dandochepazos abandona la carretera y se dirige hacia el chalé de sus padres por un camino de tierra, renunciando a disputar siquiera el final de aquella contienda pueblerina. Pero mira que hay que tener poca sangre en las venas. De verdad, qué pena de chaval.
martes, 9 de abril de 2013
Fiebre 'furgonetera'. Un cicloturista a la búsqueda de confort
Aquella imponente GMC, con su
monstruoso motor V8 de 6.2 litros y su acabado en negro con franjas
rojas, cautivó desde un principio a Dandochepazos. A diferencia de
lo que ocurría con su endeble Orbea Altube infantil, a aquella
bestia autopropulsada no había obstáculo que se le resistiera; ni
verjas, ni coches de policía, ni proyectiles de alto calibre. En su
eterna huida de las autoridades militares, los intrépidos
mercenarios del Equipo-A siempre podían contar con la fiabilidad de
su vehículo para dejar atrás a sus perseguidores.
Brincos de varios metros en cada
cambio de rasante, trompos a diestro y siniestro o choques frontales
contra toda suerte de barricadas; cada capítulo de la serie era una
sucesión de maniobras a cual más disparatada, de las que el
poderoso automóvil siempre salía bien parado. Sí, él también
quería una camioneta en la que poder viajar con su propio grupo de
guerrilleros, llevando consigo todo tipo de suministros y un arsenal
por si las cosas se ponían feas.
Sea como fuere, ahí está él una
vez más, torturándose con la contemplación del catálogo de
Volkswagen que tiene desplegado sobre la mesa del salón. Aquellas
páginas, pobladas de fotografías a todo color, ponen los dientes
largos al pobre infeliz. Carrocerías brillantes y de atractivas
líneas se alternan con interiores equipados con armarios de
aluminio, cocina y camas, en una sugerente galería de imágenes que
lo lleva a la desesperación. ¿Qué ha hecho él para merecer esto?
¿Por qué tiene vetado el acceso a tales niveles de confort?
–Sí, pero es un auténtico coñazo.
¡Menudo tenderete que hay que montar! El portabicicletas, la bici,
la matricula adicional, la placa de señalización de carga, las
bridas… Al final, acabo antes quitando las ruedas y metiendo la BH
en el maletero. En una de éstas –indica mostrándome el catálogo–
podría llevar la bici sin problemas, y además no tendría que
preocuparme de andar buscando alojamiento cada vez que voy a una
marcha.
–Te lo digo como amigo –remato con
cinismo.
La GMC Vandura del Equipo-A, una mole de acero sobre ruedas que arrasaba con todo. (foto:ateamvan.com) |
Ahora, casi 30 años después,
Dandochepazos ya no aspira a impartir justicia a base de derrapes,
saltos y colisiones. Pero la fiebre furgonetera sigue presente
en él, aflorando cíclicamente en forma de arrebatos obsesivos, que
le llevan a pasarse días y días fantaseando con la idea de hacerse
con una camper.
Lo mismo le da que sea una
Transporter que una Vito, o incluso cualquier otro modelo de más
humildes prestaciones; el caso es disponer de un vehículo que le
permita disfrutar como Dios manda de sus escapadas cicloturistas. Ya
está bien de pensiones de mala muerte, de pasar frío y penalidades
en inhóspitas tiendas de campaña. ¿Por qué no va a poder tener él
su propia furgoneta equipada con cocina y mobiliario de acampada? ¿O
es que va a ser menos que todos esos globeros que cada verano colonizan los Pirineos a bordo de sus autocaravanas?
PLACERES VETADOS
PLACERES VETADOS
Estos proyectos, no obstante, no
pasan de ser ilusiones vanas, espejismos que se desvanecen ante la
cruda e insoslayable realidad de un salario exiguo, unas cuentas bajo
mínimos y una hipoteca por pagar. Además, dudo mucho que aún en el
improbable caso de que logrará salir del abismo de la insolvencia,
Dandochepazos se permitiera semejante dispendio. Con lo ruin que es,
corriendo iba él a gastarse los 40.000 euros que cuesta una de esas
camper, aunque pudiera permitírselo.
La Transporter California es el oscuro objeto de deseo de los cicloturistas menos pudientes (foto:volkswagen.es) |
–Dicen que ahora es el mejor
momento para comprar; que las marcas están tirando los precios con
esto de la crisis –me comenta, como tratando de convencerse a sí
mismo.
Sabedor de que todo aquello no va a
ninguna parte, decido pincharle un poco para pasar el rato.
–Pues hala, ¿a qué estás
esperando? Ya me contarás cuando te embarguen la furgoneta.
–Yo no digo que vaya a comprarla
–empieza a recular–; solo que lo estoy pensando.
–Claro, claro; no me digas más.
–Me da igual que me creas o no. Estoy
sopesando seriamente los pros y los contras; ya estoy harto de tener
que hacer malabarismos para poder meter la BH en el Megane cada vez
que quiero llevar la bici por ahí.
–Joder, ¿pero no tienes el
portabicicletas ese que le mangaste a tu padre?
Para llegar hasta aquí no solo hace falta desriñonarse sobre la bici, sino que antes hay que hacer malabarismos para meterla en el maletero. |
–Todo eso está muy bien, salvo por
el pequeño detalle de que esos bichos valen un pastizal, y
tú no tienes un duro. Encima, ¿a quién quieres engañar? Si cada
vez que tienes que gastarte cuatro euros en unas zapatas o en un bote
de Isostar parece que te va a dar un mal.
–Ya estamos –exclama indignado–
como me vuelvas a llamar tacaño la vamos a tener.
Como me da pereza enzarzarme en una
de esas disputas que tanto gustan a mi pendenciero camarada, decido
echarle cara al asunto y hacerme el ofendido. Le digo que nada más
lejos de mi intención que tacharlo de miserable, que solo pretendía
advertirle de que, dada su situación financiera, podría meterse en
un problema si daba rienda suelta a sus anhelos consumistas. La de
mentiras que puede llegar a decir uno. “Anhelos consumistas”;
pero si éste gasta menos que Falete en clases de spinning.
Falete no da la impresión de ser un asiduo de las sesiones de spinning. (imagen:antena3.com) |
La cosa, como era de esperar, no
cuela; y Dandochepazos acaba mandándome a la mierda. Sin embargo,
no tiene más remedio que reconocer que aquellas bellezas de cuatro
ruedas se le van un poco de presupuesto. “Un poco”, sí.
–Tal vez mirando algún
modelo antiguo en el mercado de segunda mano... –me comenta, una
vez que se le ha pasado el mosqueo.
–Tú mismo; si quieres malgastar el dinero en un trasto con
tropecientos mil kilómetros.... Además, con lo negado que eres para
la mecánica, fijo que te endosan un armatoste con algún fallo
estructural, y tú ni te enteras.
-Sí, la verdad es que estos
vehículos suelen estar bastante cascados; los furgoneteros los
exprimen al máximo y no se andan con muchos miramientos.
Dandochepazos, que parece que ha
peinado de cabo a rabo el mercado, sigue
desgranando opciones.
–También
he estado echando un ojo a la Dacia Dokker. Es un poco pequeña y
habría que hacerle algún apaño para poner una cocinilla y un
camastro; pero por 10.000 euros te puedes pillar una con un
equipamiento medio decente.
–No sé... –digo un poco escamado– Barata ya es, la verdad; ¿pero no
es esa la marca que siempre queda de las últimas en los tests de
seguridad?
A
esas alturas de la conversación, empiezo a preguntarme por qué
continuamos con esta farsa. Ambos sabemos que la discusión no tiene
sentido; es evidente que Dandochepazos seguirá tirando de su Megane
del 97 hasta que se caiga a trozos, y que nunca ingresará en el
selecto club de los cicloturistas autocaravaneros.
Sin embargo, allí seguimos toda la tarde, perdiendo el tiempo de
mala manera mientras las latas vacías de Mahou van acumulándose sobre la mesilla. Es lo que tiene el aburrimiento.
miércoles, 3 de abril de 2013
Cutre-stage primaveral. Averías, barro y malas hierbas
"Joder
con la mierda de las ramitas, al final van a acabar haciéndome un
estropicio en la BH". Un preocupado Dandochepazos conduce su
Megane del 97 por un camino embarrado y rodeado de vegetación,
tratando de eludir las ramas que surgen a su paso y que se enganchan
a cada rato en la bicicleta que lleva colgada sobre el maletero. El
coche avanza despacio, a trompicones, acelerando, derrapando y
volviendo a acelerar. A cada nuevo resbalón, se hace más evidente
que el conductor no es precisamente un as de la carretera, y que eso
de racanear con los neumáticos no ha sido la mejor de las ideas.
“No, si al final me estamparé contra algún árbol –piensa ante la falta de adherencia que presentan sus cubiertas Midas–; a ver si me tiene que sacar de aquí algún aldeano con su Land-Rover”.
El vehículo franquea una verja oxidada y unos metros después se detiene frente a un chalé de fachada desconchada y aspecto decrépito. Alrededor del edificio, lo que en tiempos fue un bonito prado ha degenerado en una apoteosis de maleza, en la que lagartos, topos y Dios sabe qué otras alimañas campan a su libre albedrío. "Esto esta que da pena verlo –reflexiona mientras descuelga la BH del portabicicletas–, no me extraña que aquí no quiera venir ni el tato."
Lo cierto es que el lluvioso clima del noroeste vizcaíno y el lamentable estado del chalé no hacen de aquel un destino demasiado apetecible para pasar la Semana Santa. Sin embargo, con pocos kilómetros en las piernas y aún menos dinero en el bolsillo, Dandochepazos no ha encontrado mejor opción que la casa del pueblo de sus padres para hacer una escapada cicloturista sin perder un riñón en el intento. Por supuesto que le habría gustado afinar su entrenamiento y disfrutar del buen tiempo en uno de esos stages organizados que se celebran en esta época por la costa mediterránea, pero su salario de reporterillo da para lo que da; y después de todo, aquel rincón perdido de las Encartaciones está sobrado de cuestas imposibles en las que echar los higadillos, que es de lo que se trata.
"A OTRO CON ESE MARRÓN"
En el interior de la vivienda hace frío y huele a humedad, así que baja al garaje para encender la calefacción. Como el gasóleo de la caldera corre a cuenta de sus padres, decide que puede ser un buen momento para darse un homenaje y sube el termostato al máximo. “No es cuestión de andar escatimando en combustible, no vaya a ser que al final se acabe evaporando del depósito”, se justifica el muy ruin, que en su casa de Vitoria anda embutido en un forro polar mientras los radiadores permanecen muertos de risa. “Si no es por el dinero – suele decir el mentiroso de él–; es que todos tenemos que poner de nuestra parte para reducir el consumo energético y las emisiones contaminantes”. Tan loable compromiso, como se ve, no tarda en esfumarse en cuanto la factura del gasoil repercute sobre los cuartos del prójimo.
Mientras se caldea la casa, se dedica a inspeccionar la propiedad familiar. La vetusta residencia y la descuidada parcela que la rodea están pidiendo a gritos que alguien les dé un buen repaso, eso está claro; pero no será él quien eche mano de la caja de herramientas ni quien empuñe la desbrozadora. Bastante hace ya con dar un poco uso a aquel caserón semiabandonado, como para encima amargarse las vacaciones haciendo chapuzas y arrancando malas hierbas. “Si mi padre se piensa que voy a pasarme la Semana Santa pringando, va listo; que se busque a otro para ese marrón.”
De nuevo dentro del chalé, empieza a hacer los preparativos para la ruta del día siguiente, en la que será la primera etapa de su particular stage. Sin embargo, a medida que cae la tarde, una sensación tan molesta como familiar va apoderándose de él, haciendo que su atención se desvíe de los mapas hacia el pequeño botiquín que siempre lo acompaña en sus desplazamientos. Primero es un leve picor de garganta, apenas perceptible, que luego va haciéndose más y más fastidioso, hasta acabar en una manifiesta dificultad para respirar. “Mierda, ya me estoy ahogando. ¿Dónde habré puesto el Ventolin?”, se lamenta en pleno ataque fatiga. La cosa era de esperar, pues con las moquetas y sofás de aquella casa infestados de dañinos microorganismos, lo más normal es que su asma crónica acabara manifestándose más pronto o más tarde.
Tras aplacar los pitidos y carraspeos a base de varias inhalaciones de salbutamol, se acuesta temprano y se duerme con la radio sintonizada en El Partido de las Doce, que un día más prosigue con su insustancial pero amena cháchara pseudofutbolística.
DURA PUGNA CONTRA LA PEREZA
A la mañana siguiente se levanta ilusionado con la jornada que le espera: una sesión intensiva de subidas por carreteras de montaña y pistas de hormigón, entre caseríos, ovejas y repetidores de telecomunicaciones. Pero la alegría se va tan pronto como levanta la persiana y comprueba que, como de costumbre en aquella comarca, la niebla y la llovizna enturbian el paisaje con un triste velo gris, que quita las ganas de coger la bicicleta hasta al más animoso de los globeros. La tentación de volver a la cama y quedarse leyendo alguno de los tebeos juveniles que sobreviven en el camarote se vuelve por momentos irresistible. No obstante, tras una dura pugna con la pereza que lo invade, logra sobreponerse y empieza a prepararse para chupar agua y frío a lomos de su montura de aluminio. Ya habrá tiempo después para Las Aventuras de Tintín y las escaramuzas de El Jabato.
La etapa inaugural de su concentración cicloturista transcurre con normalidad hasta que, bajando un camino de cabras reconvertido en pista de hormigón, un extraño chasquido y un tintineo metálico lo ponen en guardia. “¡Hala, la primera en la frente!”, exclama para sí, al comprobar que el alambrillo que acciona el pivote del freno trasero se ha desprendido, haciendo que una de las zapatas se quede fija sobre la llanta. Apañando de mala manera el mecanismo, logra que los brazos vuelvan a su posición, aunque es consciente de que el precario arreglo puede darle un disgusto en cualquier momento.
En un principio, piensa en adaptar el itinerario a las circunstancias, más que nada para no romperse la crisma en el descenso de las brutales rampas que aún debe afrontar. La prudencia, no obstante, no es cosa que vaya con él, de forma que al final se mantiene en sus trece y termina la jornada con las subidas a Jornillo y Gordón, con desniveles máximos del veinte por ciento. Afortunadamente para él, el improvisado apaño que ha hecho con el muelle del freno aguanta en la bajada de ambas ascensiones, y consigue regresar con bien al campamento base en el que ha convertido la casa de campo de sus padres.
Los días siguientes discurren por similares derroteros, con Dandochepazos debatiéndose cada mañana entre la flojera y sus buenos propósitos. A pesar de que el mal tiempo apenas da alguna tregua, se sorprende a sí mismo empalmando cuatro días consecutivos de salidas en bicicleta, algo nunca visto desde sus tiempos de mountain-biker. En sus excursiones por el agro vizcaíno, se reencuentra con las rampas de Avellaneda, en las que muchos años atrás, sobre su Orbea Altube infantil, se las vio con su primera pájara. También tiene oportunidad de dar rienda suelta a su enfermiza afición por los ambientes decadentes, deleitándose en la contemplación de los coches destartalados y la maquinaria agrícola oxidada que prolifera en los barrios de montaña de Zalla y Sopuerta.
Contra todo pronóstico, el pivote del freno sigue manteniéndose en su sitio pese al castigo al que el muy cabestro somete a su BH: vías parcelarias, caminos de tierra o pistas de hormigón rayado que no llevan a ninguna parte; le da lo mismo. El barro se acumula sobre la bici en cada salida, pero él no es de los que se anda con remilgos a la hora recurrir al manguerazo. “Digan lo que digan, no hay mejor manera de limpiar la transmisión que un buen chorro de agua a presión”, suele afirmar con su habitual falta de sentido común.
En la víspera de su regreso a Vitoria, la mala conciencia lo lleva a ponerse al mando de la cortacésped para adecentar un poco el prado que se extiende frente a la residencia. Vago como el solo, lo único que pretende es cumplir el expediente haciendo unas cuantas pasadas. Un pequeño contratiempo, provocado por su negligente manejo de la máquina, le da la excusa perfecta para quitarse de en medio cuando apenas lleva 15 minutos de trabajo.
–Aita, se ha jodido la cortacésped –se apresura a informar a su padre por teléfono.
–¡Pero qué has hecho, insensato!
–Yo, nada; pero se ha soltado un plastiquillo negro que hay en el lateral, y la hierba sale disparada por el hueco.
Aliviado, su padre le indica que no se preocupe, que basta con apretar un poco para volver a colocar la cubierta en el chasis del cortacésped. Lo que no sabe es que su hijo, que no está dispuesto a seguir acarreando el pesado armatoste campa arriba y campa abajo, no tiene intención de mover un dedo para reparar la máquina.
–Mira, para mí que va a ser mejor que tú le eches un ojo, porque con estas cosas toda prudencia es poca –se escaquea el muy hipócrita, que ahora se las da de cauteloso después de haberse pasado los últimos cuatro días subiendo y bajando puertos con un freno medio roto.
Dandochepazos apura las últimas horas de sus vacaciones trasegando Mahous y comiendo encurtidos, mientras relee los cómics que ha rescatado de la buhardilla y combate los esporádicos síntomas de asma a golpe de Ventolin. Al día siguiente se despierta temprano, desayuna un huevo frito con chorizo y empieza a preparar sus bártulos. Afuera vuelve a llover.
Tras colgar su montura en el portabicicletas, entra en el Megane y gira la llave de contacto. Las ruedas derrapan sobre la superficie embarrada y despiden trozos de tierra en todas direcciones; pero el vehículo, falto de tracción, sigue sin moverse. Finalmente, después de varias tentativas y muchos juramentos, logra salir de aquel cenagal y enfila el coche en dirección a la carretera. “Joder, algún día alguien tendrá que arreglar este camino, que tampoco cuesta tanto echar un poco de hormigón y desbrozar las cunetas”, piensa en su avance por la vereda.
Por momentos, las ramas de avellano que surgen desde ambos lados de la pista amenazan con echar abajo el tenderete que forman el portabicicletas y la BH, aunque al final el desastre no llega a consumarse. Una hora después, Dandochepazos llega a Vitoria con el coche lleno de mugre pero con la satisfacción de haberlo dado todo en su cutre-stage primaveral.
Pese a estar para el arrastre, un Land-Rover siempre será más fiable que un Megane con neumáticos de marca blanca. |
El vehículo franquea una verja oxidada y unos metros después se detiene frente a un chalé de fachada desconchada y aspecto decrépito. Alrededor del edificio, lo que en tiempos fue un bonito prado ha degenerado en una apoteosis de maleza, en la que lagartos, topos y Dios sabe qué otras alimañas campan a su libre albedrío. "Esto esta que da pena verlo –reflexiona mientras descuelga la BH del portabicicletas–, no me extraña que aquí no quiera venir ni el tato."
Lo cierto es que el lluvioso clima del noroeste vizcaíno y el lamentable estado del chalé no hacen de aquel un destino demasiado apetecible para pasar la Semana Santa. Sin embargo, con pocos kilómetros en las piernas y aún menos dinero en el bolsillo, Dandochepazos no ha encontrado mejor opción que la casa del pueblo de sus padres para hacer una escapada cicloturista sin perder un riñón en el intento. Por supuesto que le habría gustado afinar su entrenamiento y disfrutar del buen tiempo en uno de esos stages organizados que se celebran en esta época por la costa mediterránea, pero su salario de reporterillo da para lo que da; y después de todo, aquel rincón perdido de las Encartaciones está sobrado de cuestas imposibles en las que echar los higadillos, que es de lo que se trata.
"A OTRO CON ESE MARRÓN"
En el interior de la vivienda hace frío y huele a humedad, así que baja al garaje para encender la calefacción. Como el gasóleo de la caldera corre a cuenta de sus padres, decide que puede ser un buen momento para darse un homenaje y sube el termostato al máximo. “No es cuestión de andar escatimando en combustible, no vaya a ser que al final se acabe evaporando del depósito”, se justifica el muy ruin, que en su casa de Vitoria anda embutido en un forro polar mientras los radiadores permanecen muertos de risa. “Si no es por el dinero – suele decir el mentiroso de él–; es que todos tenemos que poner de nuestra parte para reducir el consumo energético y las emisiones contaminantes”. Tan loable compromiso, como se ve, no tarda en esfumarse en cuanto la factura del gasoil repercute sobre los cuartos del prójimo.
Mientras se caldea la casa, se dedica a inspeccionar la propiedad familiar. La vetusta residencia y la descuidada parcela que la rodea están pidiendo a gritos que alguien les dé un buen repaso, eso está claro; pero no será él quien eche mano de la caja de herramientas ni quien empuñe la desbrozadora. Bastante hace ya con dar un poco uso a aquel caserón semiabandonado, como para encima amargarse las vacaciones haciendo chapuzas y arrancando malas hierbas. “Si mi padre se piensa que voy a pasarme la Semana Santa pringando, va listo; que se busque a otro para ese marrón.”
Los ácaros, asquerosos microorganismos cuyos efectos resultan nocivos para los asmáticos. (imagen:wikipedia.org) |
De nuevo dentro del chalé, empieza a hacer los preparativos para la ruta del día siguiente, en la que será la primera etapa de su particular stage. Sin embargo, a medida que cae la tarde, una sensación tan molesta como familiar va apoderándose de él, haciendo que su atención se desvíe de los mapas hacia el pequeño botiquín que siempre lo acompaña en sus desplazamientos. Primero es un leve picor de garganta, apenas perceptible, que luego va haciéndose más y más fastidioso, hasta acabar en una manifiesta dificultad para respirar. “Mierda, ya me estoy ahogando. ¿Dónde habré puesto el Ventolin?”, se lamenta en pleno ataque fatiga. La cosa era de esperar, pues con las moquetas y sofás de aquella casa infestados de dañinos microorganismos, lo más normal es que su asma crónica acabara manifestándose más pronto o más tarde.
Tras aplacar los pitidos y carraspeos a base de varias inhalaciones de salbutamol, se acuesta temprano y se duerme con la radio sintonizada en El Partido de las Doce, que un día más prosigue con su insustancial pero amena cháchara pseudofutbolística.
DURA PUGNA CONTRA LA PEREZA
A la mañana siguiente se levanta ilusionado con la jornada que le espera: una sesión intensiva de subidas por carreteras de montaña y pistas de hormigón, entre caseríos, ovejas y repetidores de telecomunicaciones. Pero la alegría se va tan pronto como levanta la persiana y comprueba que, como de costumbre en aquella comarca, la niebla y la llovizna enturbian el paisaje con un triste velo gris, que quita las ganas de coger la bicicleta hasta al más animoso de los globeros. La tentación de volver a la cama y quedarse leyendo alguno de los tebeos juveniles que sobreviven en el camarote se vuelve por momentos irresistible. No obstante, tras una dura pugna con la pereza que lo invade, logra sobreponerse y empieza a prepararse para chupar agua y frío a lomos de su montura de aluminio. Ya habrá tiempo después para Las Aventuras de Tintín y las escaramuzas de El Jabato.
El Jabato no deja títere con cabeza. Bárbaros, salvajes o romanos, todos sucumben ante su empuje. (imagen:todocolección.es) |
La etapa inaugural de su concentración cicloturista transcurre con normalidad hasta que, bajando un camino de cabras reconvertido en pista de hormigón, un extraño chasquido y un tintineo metálico lo ponen en guardia. “¡Hala, la primera en la frente!”, exclama para sí, al comprobar que el alambrillo que acciona el pivote del freno trasero se ha desprendido, haciendo que una de las zapatas se quede fija sobre la llanta. Apañando de mala manera el mecanismo, logra que los brazos vuelvan a su posición, aunque es consciente de que el precario arreglo puede darle un disgusto en cualquier momento.
En un principio, piensa en adaptar el itinerario a las circunstancias, más que nada para no romperse la crisma en el descenso de las brutales rampas que aún debe afrontar. La prudencia, no obstante, no es cosa que vaya con él, de forma que al final se mantiene en sus trece y termina la jornada con las subidas a Jornillo y Gordón, con desniveles máximos del veinte por ciento. Afortunadamente para él, el improvisado apaño que ha hecho con el muelle del freno aguanta en la bajada de ambas ascensiones, y consigue regresar con bien al campamento base en el que ha convertido la casa de campo de sus padres.
Los días siguientes discurren por similares derroteros, con Dandochepazos debatiéndose cada mañana entre la flojera y sus buenos propósitos. A pesar de que el mal tiempo apenas da alguna tregua, se sorprende a sí mismo empalmando cuatro días consecutivos de salidas en bicicleta, algo nunca visto desde sus tiempos de mountain-biker. En sus excursiones por el agro vizcaíno, se reencuentra con las rampas de Avellaneda, en las que muchos años atrás, sobre su Orbea Altube infantil, se las vio con su primera pájara. También tiene oportunidad de dar rienda suelta a su enfermiza afición por los ambientes decadentes, deleitándose en la contemplación de los coches destartalados y la maquinaria agrícola oxidada que prolifera en los barrios de montaña de Zalla y Sopuerta.
Dandochepazos no se anda con miramientos a la hora de limpiar la bici; manguerazo y a otra cosa. (imagen:leroymerlin.es) |
Contra todo pronóstico, el pivote del freno sigue manteniéndose en su sitio pese al castigo al que el muy cabestro somete a su BH: vías parcelarias, caminos de tierra o pistas de hormigón rayado que no llevan a ninguna parte; le da lo mismo. El barro se acumula sobre la bici en cada salida, pero él no es de los que se anda con remilgos a la hora recurrir al manguerazo. “Digan lo que digan, no hay mejor manera de limpiar la transmisión que un buen chorro de agua a presión”, suele afirmar con su habitual falta de sentido común.
En la víspera de su regreso a Vitoria, la mala conciencia lo lleva a ponerse al mando de la cortacésped para adecentar un poco el prado que se extiende frente a la residencia. Vago como el solo, lo único que pretende es cumplir el expediente haciendo unas cuantas pasadas. Un pequeño contratiempo, provocado por su negligente manejo de la máquina, le da la excusa perfecta para quitarse de en medio cuando apenas lleva 15 minutos de trabajo.
–Aita, se ha jodido la cortacésped –se apresura a informar a su padre por teléfono.
–¡Pero qué has hecho, insensato!
–Yo, nada; pero se ha soltado un plastiquillo negro que hay en el lateral, y la hierba sale disparada por el hueco.
Aliviado, su padre le indica que no se preocupe, que basta con apretar un poco para volver a colocar la cubierta en el chasis del cortacésped. Lo que no sabe es que su hijo, que no está dispuesto a seguir acarreando el pesado armatoste campa arriba y campa abajo, no tiene intención de mover un dedo para reparar la máquina.
El flamante cortacésped del padre de Dandochepazos a punto estuvo de irse al garete. (imagen:Leroymerlin.es) |
–Mira, para mí que va a ser mejor que tú le eches un ojo, porque con estas cosas toda prudencia es poca –se escaquea el muy hipócrita, que ahora se las da de cauteloso después de haberse pasado los últimos cuatro días subiendo y bajando puertos con un freno medio roto.
Dandochepazos apura las últimas horas de sus vacaciones trasegando Mahous y comiendo encurtidos, mientras relee los cómics que ha rescatado de la buhardilla y combate los esporádicos síntomas de asma a golpe de Ventolin. Al día siguiente se despierta temprano, desayuna un huevo frito con chorizo y empieza a preparar sus bártulos. Afuera vuelve a llover.
Tras colgar su montura en el portabicicletas, entra en el Megane y gira la llave de contacto. Las ruedas derrapan sobre la superficie embarrada y despiden trozos de tierra en todas direcciones; pero el vehículo, falto de tracción, sigue sin moverse. Finalmente, después de varias tentativas y muchos juramentos, logra salir de aquel cenagal y enfila el coche en dirección a la carretera. “Joder, algún día alguien tendrá que arreglar este camino, que tampoco cuesta tanto echar un poco de hormigón y desbrozar las cunetas”, piensa en su avance por la vereda.
Por momentos, las ramas de avellano que surgen desde ambos lados de la pista amenazan con echar abajo el tenderete que forman el portabicicletas y la BH, aunque al final el desastre no llega a consumarse. Una hora después, Dandochepazos llega a Vitoria con el coche lleno de mugre pero con la satisfacción de haberlo dado todo en su cutre-stage primaveral.
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